La permanencia de un dirigente por mucha “sabiduría y experiencia ”que tenga en la materia en cualquier deporte, es muy precaria, siempre y cuando los resultados en el marco de triunfos y derrotas resultan negativos.
Esa y no otra, es la causa principal por la que es el primer sacrificado cuando hay que volar cabezas, dado que es más fácil prescindir de una persona que del equipo completo.
La experiencia acumulada durante años no ha sufrido variaciones, siempre que un conjunto no responde a las expectativas de sus inversionistas, el aficionado a ese equipo es el primero que exige un cambio del técnico que lo dirige.
No ha sido sorpresa la destitución de José Offerman como mánager de los Tigres del Licey, porque a alguien había que echarle la culpa del descalabro del equipo, y lo más factible era salir de sus servicios, a pesar de que conocen a ciencia cierta su destacado historial y empeño a favor de la causa.
Pero la vida es así, y lo sucedido a Offerman seguirá ocurriendo en cualquier actividad, pero en especial en los deportes, donde ese tipo de destituciones forman parte del folklore deportivo, y más cuando se tiene de por medio a una fanaticada que no asimila las derrotas.
Imagino que ha sido una decisión a la que le dieron muchas vueltas para adoptarla, conociendo la integridad y conocimientos del exdirigente por la causa liceísta.
Al nuevo dirigente Gilbert Gómez, sólo hay que desearle suerte, porque la necesitará.