«Todo el mundo miente. Las personas mienten sobre cuántas copas bebieron antes de volver a casa. Mienten sobre la frecuencia con que van al gimnasio, el precio de sus zapatos nuevos, el haber leído tal libro. Dicen que están enfermas cuando están sanas. Dicen que llamarán cuando no lo harán. Dicen que el problema no es el otro cuando si lo es. Dicen que te quieren cuando no es así. Dicen que son felices cuando están deprimidas. Dicen que les gustan las mujeres cuando en realidad les gustan los hombres».
«Las personas mienten a sus amigos. Mienten a sus jefes. Mienten a los niños. Mienten a sus padres. Mienten a sus médicos. Mienten a los maridos. Mienten a las esposas. Se mienten a sí mismas. Y sin sombra de duda mienten en las encuestas».
Así arranca uno de los capítulos de «Todo el mundo miente», el fascinante y perturbador libro que tras cuatro años de investigación ha escrito Seth Stephens-Davidowitz.
Este analista de datos, columnista del New York Times y profesor de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, donde imparte un curso sobre cómo entender el comportamiento humano a través del «big data», ha descubierto que sólo hay alguien a quien no mentimos nunca, alguien ante quien nos desnudamos y nos mostramos realmente como somos: Google.
A Google le decimos lo que no le contamos a nadie más, le revelamos nuestros miedos más profundos, nuestros sueños más íntimos. ¿Cómo? A través de los 8 billones de gigabytes de datos que, en un día normal, dejan en total las búsquedas que se realizan en internet.
Stephens-Davidowitz ha analizado muchos de esos datos.
«Estoy convencido de que las búsquedas en Google constituyen la mayor colección de datos sobre la mente humana que haya habido nunca», sentencia.
¿Cuándo empezó a interesarse por las búsquedas que hace la gente en Google?
Cuando Barack Obama era presidente de Estados Unidos. Muchos de sus discursos insistían en la necesidad de que Estados Unidos dejara de ser una sociedad racista y diera el salto hacia una sociedad post racial.
Sin embargo, me sorprendió la cantidad de búsquedas racistas que en ese contexto se hacían en Google: búsquedas sobre chistes de negros, búsquedas con la propia palabra ‘nigger’ (insulto racial que en español equivaldría a decir negro en forma despectiva). Y todo eso mientras Obama predicaba lo contrario. Aquello me dejó en shock, así que comencé a investigar cada vez más.
Y descubrió que, básicamente, todos mentimos todo el tiempo…
Sí, mentimos mucho. Mentimos cuando nos hacen encuestas, aunque sean encuestas anónimas. Mentimos porque queremos parecer mejores de lo que somos. Y con frecuencia nos mentimos a nosotros mismos.
Usted, por ejemplo, ha cruzado las encuestas sobre sexo con preservativo con los datos de venta de preservativos, y ha descubierto que hombres y mujeres mienten sobre el número de relaciones sexuales con condones que tienen…
Sí, tanto mujeres como hombres mienten y dicen que tienen más relaciones sexuales de las que en realidad tienen.
Vivimos en una sociedad muy sexualizada, y alguien que no mantiene muchas relaciones sexuales se puede sentir mal. Así que la gente cuenta que tiene más relaciones sexuales con condones que el número de condones que se venden en total.
Y también dice que tiene mucho más sexo sin protección del que tiene en realidad, porque si lo tuviera nacerían al año más bebés de los que nacen.
También ha descubierto que ser gay sigue siendo un tabú y que muchos lo ocultan…
Sí. Muchos gays han salido del armario, pero hay lugares en los que ser gay sigue siendo difícil, así que algunos de esos hombres optan por mentir sobre su orientación sexual.
Por ejemplo, en Mississippi, uno de los estados menos tolerantes hacia los gay, hay menos hombres que se declaran gay que en otros estados, pero sin embargo el número de búsquedas de pornografía gay es prácticamente el mismo que en los estados más tolerantes hacia la homosexualidad.
De hecho, la pregunta que más googlean las mujeres respecto a sus maridos no es «¿Me está engañando mi esposo?» sino «¿Mi marido es gay?». Y esas preguntas se concentran especialmente en lugares como Mississippi, donde ser gay es especialmente difícil.
Su investigación también muestra que muchos hombres están obsesionados con el tamaño de su órgano sexual, ya que esa es una de las búsquedas recurrentes que hacen en Google…
Sí, supongo que no era necesario el big data para eso.
Pero lo que el big data deja claro es que los hombres hacen muchísimas más consultas sobre su órgano sexual que sobre cualquier otro de sus órganos, más que las que hacen sobre pulmones, hígados, pies, oídos, nariz, garganta y cerebro todos juntos.
Los hombres hacen más consultas sobre cómo alargar su pene que sobre cómo afinar una guitarra, cómo hacer una tortilla o cómo cambiar un neumático. Las numerosísimas consultas sobre el pene y sobre cómo alargar el pene denotan la inseguridad de muchos hombres.
Y, aunque sea absurdo, una de las principales consultas que los hombres hacen a Google sobre su órgano sexual es «¿Cómo es de grande mi pene?». Es una pregunta ridícula, a ver cómo va a responder Google a eso, bastaría con que sacaran una regla y se la midieran.
Por el otro lado, usted también ha detectado que a la mayoría de las mujeres les da igual el tamaño del pene. Si acaso, se quejan cuando es muy grande…
Sí. Por cada mujer que se interesa por hacer una búsqueda en Google sobre el tamaño del pene de su pareja los hombres hacen 170 búsquedas sobre su órgano sexual.
Y sí, muchas mujeres se quejan a través de Google del tamaño del pene de sus parejas, dicen que es muy grande y que les hace daño. Así que algunos hombres, je je, deberían de buscar en Google como empequeñecerse el pene.
El sexo sigue siendo uno de los campos más secretos. ¿Ha encontrado cosas muy sorprendentes en su investigación de ese área con el big data?
Sí. Me he dado cuenta de que a la gente le gustan cosas muy sorprendentes. Cuando yo crecí la sexualidad se concentraba en la revista Playboy y las mujeres eran convencionalmente delgadas, rubias, con grandes pechos.
Pero investigando las búsquedas online te das cuenta de que el deseo toma muchísimas otras direcciones.
Una de las cosas que más me ha conmocionado es el número importante de personas que buscan «incestos» en sitios webs tradicionales. Es algo que nunca me habría imaginado.
¿Incesto, dice?
Sí, incesto. En Pornhub, una web porno, los videos de temática incestuosa están entre las cien primeras búsquedas. Ellos buscan «mamá e hijo» y ellas «papá e hija». En Google, la frase «Quiero tener relaciones sexuales con mi…» se completa tres de cada cuatro veces con la palabra «mamá».
En su libro también he leído que cuando uno escribe en Google «¿Es normal querer matar a….?» la primera opción que te da para completar la frase es «mi familia»…
La gente tiene en ocasiones pensamientos extraños, pensamientos realmente feos que nunca admitían en público tener. Yo creo que los pensamientos violentos contra la propia familia son más comunes de lo que solemos pensar y de lo que la gente admitiría.
Google no sólo revela nuestros deseos ocultos, sino también nuestros prejuicios. Los prejuicios machistas que, por ejemplo, muchos padres y madres aún abrigan contra sus hijas frente a sus hijos varones…
La mayoría de los padres hoy quiere creer que tratan igual a sus hijos que a sus hijas. Pero si echas un vistazo a Google te das cuenta de que no es sí.
Los padres hacen consultas en Google sobre sus hijos varones relacionadas con la inteligencia, preguntas tipo «¿Es mi hijo un genio? ¿Mi hijo tiene talento?
Sin embargo, la mayoría de consultas que hacen en Google sobre sus hijas están relacionadas con su aspecto: «¿Mi hija tiene sobrepeso?» «¿Es fea mi hija?»
A través de Google los padres expresan mucho más interés por el potencial intelectual de sus hijos varones y mucho más interés por la fisonomía de sus hijas.
Usted también ha estudiado los prejuicios contra los musulmanes. ¿Qué ha encontrado?
Evan Soltas y yo, entonces en Princeton, hicimos un estudio cuando la islamofobia comenzó a crecer sin control en los Estados Unidos tras la masacre de San Bernardino de 2015, en la que 14 personas fueron asesinadas cuando Rizwan Farook y Tashfeen Malik entraron con sus armas en una reunión navideña de empleados de una compañía.
La gente busca en Google cosas realmente horribles sobre los musulmanes: «Matar a los musulmanes», «Odio a los musulmanes», «Los musulmanes deben morir»…
Barack Obama dio un discurso a la nación en el que decía que era deber de todos los estadounidenses rechazar la discriminación por motivos de raza o de religión. Fue un discurso realmente bonito.
Pero durante ese discurso las búsquedas islamófobicas en Google no bajaron, incluso subieron.
Pero al final de su intervención Obama dijo algo diferente, dijo que los estadounidenses debían de recordar que entre los americano-musulmanes había grandes atletas, gente que había dado la vida por Estados Unidos… Inmediatamente después de decir eso, en Google se registró una búsqueda masiva de «musulmanes atletas» y «musulmanes soldados».
Parece que una de la formas de combatir los prejuicios es provocar la curiosidad de la gente, porque eso les motiva a buscar información sobre el grupo religioso o étnico al que odian. Desde luego, parece una fórmula mucho mejor que decirles lo que ya han oído mil veces.
De hecho, en un segundo discurso contra la islamofobia que Obama pronunció parece que siguió sus consejos, ¿no?
Sí. Escribí una columna en el New York Times sobre ello y bueno, es una locura, mucha gente poderosa lee el New York Times y tal vez alguien de la oficina de Obama lo hizo. Porque, en su siguiente discurso, Obama multiplicó las estrategias para despertar la curiosidad sobre los musulmanes estadounidenses.
Dijo que los musulmanes eran nuestros amigos y nuestros vecinos, eran granjeros, eran comerciantes, científicos, policías, bomberos, maestros, médicos, atletas, soldados… Que algunos de ellos habían diseñado los rascacielos de Chicago, que Thomas Jefferson tenía un ejemplar del Corán.
Y después de ese discurso, las búsquedas en internet llenas de odio contra los musulmanes cayeron.
¿En qué otros modos se puede utilizar el análisis de los big data?
El análisis de los big data nos informa de problemas de los que de otro modo es muy probable que no nos percatáramos.
Le pongo por ejemplo el caso de los abortos auto provocados. Me quedé asombrado al comprobar la enorme frecuencia con la que los estadounidenses buscan en internet cómo practicarse uno mismo un aborto, cómo abortar en casa, cómo usar una percha para lograr un aborto.
Y esas búsquedas son constantes y muy frecuentes en aquellos lugares en los que es muy difícil poder abortar de manera legal. Así que el análisis de big data nos puede informar de problemas que existen en nuestra sociedad pero que permanecen ocultos porque hay muchos estigmas a su alrededor.
La investigación que ha llevado a cabo, ¿ha cambiado su visión de los seres humanos?
Bueno, creo que ahora tengo una visión más oscura de la naturaleza humana de la que tenía antes.
Y por curiosidad, ¿qué busca usted en Google?
Bueno, la suerte que tengo es que si alguien se pone alguna vez a analizar lo que busco en Google siempre puedo decir que las búsquedas más vergonzantes y embarazosas las hacía con fines investigativos.
Tomado de BBC