Una profesora de literatura comparte unos poemas eróticos a unos estudiantes de secundaria. Este ha sido el gran tema de esta semana que me atañe directamente porque es en el colegio de mi hijo. Impactada es la palabra.
Como madre mi reacción hubiera sido averiguar en qué contexto, hablar con la profesora y externarle mi rechazo o apoyo a su acción y, en último remedio, compartir mi postura con la dirección.
En la casa, explicarle a mi hijo el sentido de este tipo de literatura, hablar con él de cómo se ha sentido al respecto y reforzar los valores que como familia tenemos.
¿Qué ha pasado realmente? Se ha denostado la reputación de una excelente profesora de literatura a la que agradezco que mi hijo ame la lectura y la escritura y bajo cuya influencia ganó concursos de poesía y relato.
Se ha atacado a un colegio con una trayectoria intachable en el que puedo afirmar que se enseña a los estudiantes a pensar y no solo a ser borregos.
Y lo que más me preocupa. ¿Qué se le ha transmitido a los estudiantes, a esos que se quiere proteger de un poema erótico? Que la sexualidad es un tabú y no se les ocurra pensar o hablar de eso; que a una persona hay que hundirla, atacarla y no tratar de encontrar la solución a través del diálogo y el entendimiento; que la doble moral existe y mucho, porque todos los que atacan son los primeros que escuchan con sus hijos una música que dice muchas cosas peores que esos poemas.
Y todos esos que piden cárcel, que atacan a la persona y a la institución, que se miren en el espejo porque esos sentimientos de justicia que proclaman algún día quizá los necesiten y también se les nieguen.