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Todo pasa y todo queda…

Roberto Marcallé Abreu
📷 Roberto Marcallé Abreu

«Hay que dudar siempre. Hay que preguntar siempre», Terencio.

Este lunes bien puede que se nos presente tan gris y nostálgico como el domingo recién pasado. Aún es demasiado temprano. En la distancia se escucha un vago estrépito de truenos anunciando lluvia y el horizonte es gris. Será, otro día de recuerdos y recogimiento. De revisar libros y proyectos que den sentido a nuestras vidas solitarias y melancólicas.

Pienso, entonces, cómo se han ido disipando los contactos con amigos y conocidos. Cierras los ojos y rostros conocidos desfilan pausados frente a nosotros. Ya no son tan marcadas las sonrisas sino gestos que pueden interpretarse como de tristeza, alejamiento, nostalgia. La vida transcurre y en su devenir va estableciendo las distancias.

En este contexto es un verdadero premio, la lectura, la música universal, las limitadas conversaciones y los encuentros con amigos. Un día lluvioso o quizás gris libera las nostalgias y los recuerdos. Rostros y eventos transcurridos nos abordan con su carga de nostalgia, las vagas sonrisas, las diluidas alegrías, sus inmarcesibles estampas del tiempo transcurrido e irrepetible.

Pienso, entonces, en personas tan amables como Freddy Gatón Arce, Pedro Mir, una de nuestras mayores presencias literarias responsable, alguna vez, de las noticias internacionales de El Nacional, Radamés Gómez, Mario Álvarez Duggan, los hermanos Doucodray, un ser humano tan excepcional como Orlando Martínez, otros tan presentes como Luis Ramón Cordero, Bonaparte Gautreaux Piñeiro, Fermín Arias Belliard, Leonel Concha… Pienso en el excelente amigo Mario Terrero, ya fallecido, en Félix Gómez de quien hace tiempo no sé nada, de Roosevelt Comarazamy y todo el bullicioso grupo encargado de deportes … Recuerdo muy bien a Freddy Cruz, a Leonel Concha, a Juan Francisco, a Taveras, a Juan Báez, a Domingo…y muchos otros.

Imágenes y sensaciones del pasado nos abruman con su velo de nostalgia: la calle Marcos Adón en Villa Juana, la escuela República Dominicana, la Tunti Cáceres y Peña Batlle, la Moca, la José de Jesús Ravelo, la Manuel Ubaldo Gómez, la Amiama Gómez, la doctor Delgado, Gascue, el entorno de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la ahora tan ambigua José Contreras, el entonces maravilloso Centro de los Héroes, la Feria Ganadera, la Feria de la Paz, el antiguo Jardín zoológico, el teatro Agua y Luz… Uno vuelve el rostro hacia atrás y tropieza con otros tantos rostros, los diversos ámbitos resurgen de las tinieblas con su enorme carga de nostalgia, de alegrías y tristezas…

El poema dice que nosotros, los de ayer, ya no somos los mismos. No es del todo cierto, porque, a nuestra manera, seguimos siendo cuanto fuimos, tantos recuerdos, realidades memorables, sentimientos, rostros y momentos amables y estimulantes, alegres, amargos, trágicos, dolorosos…Hay de todo en las viñas del Señor….

La vida transcurre como ha pasado para la ciudad y sus diversos ámbitos, para tanta gente, los momentos, las circunstancias. Atesoramos recuerdos porque, en definitiva, eso es cuanto nos queda, hasta que la existencia y las encontradas circunstancias lo permitan. Machado, interpretado por Serrat, lo sentencia con versos eternos: Todo pasa y todo queda/pero lo nuestro es pasar…pasar haciendo camino/camino sobre la mar….

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