Un hombre dirige a un burro que carga con dos cubos de agua un día antes del Día Mundial del Agua 2017, en Karachi (Pakistán).
Barcelona, España.-Al agua no se le pueden atribuir propiedades curativas, la del grifo es tan buena para la salud como la envasada, siempre es “ligera”, el plástico en que se embotella no tiene contaminantes… son algunas de las certezas con las que los expertos desmontan los falsos mitos sobre este elemento.
Con motivo de la celebración mañana, día 22, del Día Mundial del Agua, expertos de la Universidad Abierta de Cataluña (noreste de España) explicaron que hay creencias populares de todo tipo, algunas ciertas pero muchas otras falsas.
“Al agua no se le pueden atribuir propiedades curativas”, aseguró la bióloga y profesora de los Estudios de Salud, Alicia Aguilar, que señala que agua “hay de muchos tipos” (de grifo, embotellada, de baja mineralización, etc.) y cada una tiene sus características, que pueden contribuir o no a algunas funciones orgánicas.
Las aguas de elevada mineralización -como las cálcicas o hipersódicas– pueden ser, por ejemplo, desaconsejables en casos de problemas renales, cálculos, hipertensión o para los bebés, y las fluoradas, en cambio, pueden ser recomendables para la protección dental, señaló la bióloga.
La dureza del agua suele ser otro aspecto controvertido. La bioquímica Carmen Carrión, explica que la dureza está condicionada por la cantidad de iones en disolución, “sobre todo de calcio y magnesio».
Desde el punto de vista del consumo humano, diferentes informes publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) no han encontrado pruebas científicas de que sea perjudicial para la salud.
Carrión solo puntualiza que las aguas duras son menos recomendables para las personas con alteraciones cutáneas y que en algunos casos “pueden provocar eccemas». El nivel de dureza o mineralización, además, puede influir en el sabor del agua, apunta.
Existe también el mito popular de que el agua del grifo es de peor calidad que la envasada, tópico que desmiente con rotundidad Aguilar.
“El agua del grifo pasa por unos controles analíticos exhaustivos de sus características físicas, químicas y microbiológicas que garantizan la calidad y la seguridad para el consumo humano. Que el agua sea del grifo no quiere decir que sea más mala que la envasada”, según Aguilar.
“El agua envasada, de hecho -añade la bióloga-, no es estéril, no garantiza cero microorganismos de origen. Lo que asegura, también por medio de unos controles muy estrictos, es que no haya patógenos».
Los expertos recuerdan que las etiquetas de los envases tienen que informar de la procedencia del agua y del tipo (mineral natural, preparada, etc.) del nombre de la empresa, fecha de consumo preferente y recomendaciones de conservación, entre otras cosas.
Aguilar puntualizó que además, una clase de agua no se puede atribuir una cualidad propia que es característica del agua en general, “como agua ligera, porque toda lo es».
Otro mito que Aguilar desmonta es que el agua envasada en botellas tanto de plástico como de vidrio está libre de contaminantes, aunque ella recomienda el vidrio “porque es un material fácil de limpiar, que se puede desinfectar, lavar a elevadas temperaturas y, por tanto, reutilizar, y es un material más sostenible para el medio ambiente».
Sobre las botellas de aluminio que usan los excursionistas para transportar el agua, la bióloga indica que “son una buena opción, porque este material es ligero, no deja pasar la luz y es bastante resistente a los golpes”, aunque hay expertos que recomiendan comprobar que el bidón tenga recubrimiento interior para que el aluminio no esté en contacto con el agua y se eviten posibles migraciones de sustancias que puedan ser un riesgo para la salud.
“Algunas acciones humanas cotidianas pueden afectar a la calidad del agua e incrementar los costes de depuración del agua residual”, alertó Hug March, experto en gestión urbana del agua.
La primera práctica nociva, según este investigador, es arrojar por el fregadero el aceite de cocina u otras grasas que se utilizan para freír.
“Pequeñas cantidades de aceite pueden afectar la calidad de grandes cantidades de agua y de rebote encarecer el proceso de tratamiento en las plantas de depuración”, advirtió March, que pide que el aceite usado se lleve en recipientes al centro de recogida, igual que los medicamentos que ya no se utilizan no deben arrojarse por el lavabo y deben ser llevados a las farmacias.