La Procuraduría General de la República, en su historia reciente, ha perdido momentos de oro para proclamar lo que ahora asume su titular como una victoria.
Hace pocas semanas perdió no una, sino varias oportunidades de dar lo que hoy se le llama “un gran paso” de cara a establecer un verdadero régimen de lucha contra la impunidad y la corrupción.
En realidad hay que ver lo mucho o lo poco que avanzamos con este paso. A veces las victorias proclamadas de manera unilateral no son necesariamente las victorias que ayudan a adecentar el régimen de justicia que aspira a tener el pueblo dominicano.
No significa nada este “gran paso” a lo largo de un camino inviable, que no nos lleva a ninguna parte. Un camino viable, seguro, que implicaría un verdadero avance en el régimen de impartir justicia, ese camino lo abandonó y le perdió interés la Procuraduría General de la República hace pocas semanas; y ese desinterés trajo las consecuencias que estamos viendo. Además de otras, que todavía no hemos visto.
Todavía no es el momento de calificar este “gran paso”.
Si miramos atrás, ¿qué veremos? Muchas tareas pendientes. No solo de parte de la Procuraduría General de la República.
También hay muchas pendientes, y otras con fallos no muy claros, del lado de la judicatura. La impunidad y la expansiva ola de corrupción, más que formar parte de una cultura, constituyen un arraigado modo de vivir en la República Dominicana.
De manera que el trabajo que está pendiente no se resuelve con dos tiros a las garzas.