La tragedia de Japón nos tiene atónitos a todos. Nos ha sorprendido como si se tratara de algo cuya ocurrencia se proyectaba como una cosa lejana, cuando en realidad era un fenómeno de la Naturaleza capaz de presentarse en cualquier parte del mundo y en cualquier momento.
Es como la muerte, que siendo tan natural nos aturde cada vez que llega.
Pasó con Haití hace un año y vuelve a pasar ahora con Japón. Se ponen de moda, entonces, las recomendaciones sobre qué hacer en caso de un terremoto o un tsunami. La República Dominicana no es una excepción. Consejos van y consejos vienen, pero cuando llegue la catástrofe, ¿tendremos todos el tino y la sangre fría para dar todos y cada uno de los pasos recomendados?
En El Nacional de ayer, por ejemplo (página 35), aparecen ocho recomendaciones sobre qué hacer en caso de un tsunami. Muy buenas, aunque no todas de fácil ejecución, y es una pena que por falta de espacio no pueda yo reproducirlas todas aquí.
Pero lo más importante es estar conscientes de que el día menos pensado a cualquiera nos puede pasar, y debemos actuar con serenidad y desprendimiento. Saber que las cosas materiales no son las que más cuentan, que lo importante es estar en paz con nosotros mismos y preparados para afrontar lo peor.
¿Parezco pesimista, sombrío? Mejor así. Si la Providencia nos exime de una catástrofe como las que han asolado a otras regiones del globo, mucho mejor. Pero estemos preparados y aprendamos todo lo posible de las tristes experiencias de nuestros hermanos haitianos y japoneses.