En más de una ocasión he alimentado esta columna con temas extraídos de la revista Atajo.
Esta vez vuelvo a hacerlo, pero con más motivación que nunca, porque tocamos un asunto de gran actualidad e importancia, como es el de los tsunamis, terremotos y otros fenómenos de la Naturaleza.
Dice Atajo en su editorial que científicos autorizados de la Universidad de Columbia han pronosticado el posible colapso de la cordillera Septentrional, debido al activo tectonismo que se vive en el planeta. Por lo tanto, según la revista, el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) debe asumir el liderazgo para dar a conocer ese peligro latente.
El COE dice la revista-, además de establecer los mecanismos de mitigación para enfrentar la emergencia de la magnitud que pronostica, tiene la responsabilidad de informar correctamente a la población sobre la situación tectónica de la región y sobre el tectonismo caribeño.
Explicar exhaustivamente los riesgos y clasificar los suelos y su comportamiento en un movimiento sísmico de gran magnitud, para que los habitantes de esos lugares tengan conocimiento de la catástrofe que les pueda sobrevenir.
El COE debe poner aviso de tsunami en los territorios costeros propensos a estos fenómenos, así como alertas de deslizamientos de tierras, deslaves de montañas en la zona donde puedan ocurrir. Todo esto debe ser parte de una campaña educativa para salvar vidas e inversiones y para detener el rumor.
El rumor se nutre de medias verdades y de supuestos, por lo que, más que informar, confunde, alarma y lleva a la población a estados de animo que van desde desazón, tristeza, depresión y pánico hasta la posible tragedia que se puede repetir por estos lares.
Todo esto por la falta de una voz autorizada que inspire confianza. Es una emergencia aumentar el parque de ambulancias del COE, para superar las 127 que actualmente tiene para cubrir 48 mil kilómetros cuadrados. Establecer un departamento de comunicaciones para informar y educar a la población y, en especial, a los que viven en zonas de alto riesgo.
Hablar de terremotos, tsunamis, temblores de tierra, de construcciones seguras, de reglamentos para análisis y diseño sísmico de estructuras con autoridad y sapiencia, lleva tranquilidad a las poblaciones y facilita educarlas sobre lo que es el triángulo de la vida, rutas de escape y el uso de silbatos, además de otros conocimientos que, saberlos o no, pueden marcar la diferencia en un momento crucial.