Todos los días sale publicada en los periódicos alguna noticia relativa a terremotos, sunamis o simples temblores de tierra en cualquier lugar de la Tierra, acompañada de la correspondiente advertencia de que fenómenos similares podrían ocurrir sin previo aviso cerca o lejos de donde estamos.
No faltan, como es natural, las sabias recomendaciones de los expertos que aconsejan tomar en cuenta, al momento de levantar nuevas construcciones, la posibilidad de que en cualquier momento futuro se produzcan movimientos telúricos que pongan en peligro no sólo dichas estructuras, sino también la vida de todo aquel que se encuentre cerca.
¿Y qué de las edificaciones ya existentes? También se han escuchado las voces de acreditados profesionales indicando las medidas de previsión que habría que tomar para reforzar paredes y techos, así como consejos para salvar vidas.
Sin embargo, en lo que respecta a nuestro país, es obvio que se le hace poco caso a esas advertencias.
Medio en broma y medio en serio, muchos dominicanos sencillamente dejan ese problema en manos de la Virgen. Con todo respeto a las convicciones religiosas de cada quien, me parece insuficiente poner todos los huevos en una sola canasta, por divina que esta sea.
No sé a cuál de las autoridades corresponde examinar casa por casa y edificio por edificio para determinar cuál o cuáles requieren ser reforzados para aminorar los riesgos, y obligar a sus dueños a adoptar las medidas correspondientes.
Pero alguien debe hacerlo, antes de que sea demasiado tarde.