Teatro de la luna y maratón de poesía
Que en la Luna exista un teatro es, qué duda cabe, una auténtica quimera; una suerte de utopía. Y que, además, haya gente que viva temporalmente esa ilusión, significa que la estirpe de Don Quijote de la Mancha sigue viva, a pesar de la aparente bancarrota de las artes y las humanidades en la vorágine de una sociedad cada vez más globalizada y enajenada en la producción de bienes de consumo delirante; más inclinada a la guerra con ribetes económicos y geopolíticos que a la convivencia pacífica; más interesada en las estadísticas de la desigualdad social y la pobreza, con todas sus graves consecuencias humanas, que en crear programas de alcance mundial para combatirlas; más arrodillada ante la religiosidad y sus espectros fundamentalistas y dogmáticos que ante la espiritualidad y sus bondades solidarias; más orientada al poder del saber y sus maniobras políticas, que al saber como poder y su filosofía de razón y vida; una sociedad que está, perversamente, más inclinada a autodestruirse que a preservarse; una sociedad en la que el “Me arriesgo, luego existo” de Ulrich Beck, que simboliza el imperio de la inseguridad y de la incertidumbre, es el pan nuestro de cada día, llevándose al abismo la sed de justicia e igualdad, educación, oportunidad de empleo y deleite por las artes que representan valores culturales de la humanidad.
Aun así, el Teatro de la Luna, de Washington, DC, bajo la dirección artística de Mario Marcel, y la producción de Nucky Walder, compañeros en las tablas y en la vida, se afana en mantener vivo, desde 1992, el Maratón de la Poesía, bajo la inquebrantable y entusiasta dirección del poeta dominicano Rei Berroa, asesor literario del teatro, autor de decenas de libros de crítica, poesía, traducciones y antologías, con importantes galardones en su haber, y catedrático de literatura española y latinoamericana de la Universidad George Mason, Virginia, EEUU.
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Allí se forjó el crisol, y se mantiene en ascuas, del inmenso deseo de proyectar la vigencia de la lengua española, en cohabitación con el inglés, en el ámbito cultural de la capital de la nación económica, política y militarmente más poderosa del mundo. Una intención que, por su realismo intrínseco y su valor cultural, tiene rasgos quijotescos.
El Maratón de la Poesía “La pluma y la Palabra” llegó a su vigésimo tercera edición, el fin de semana del 4 al 7 de junio pasado, y se dedicó, justamente, a la conmemoración del cuarto centenario de la publicación de la segunda parte, en 1615, de la obra cervantina por excelencia, el Quijote.
Nueva vez se congregaron, en la Casa de la Luna y la Biblioteca del Congreso de EEUU, poetas de distintas naciones de Iberoamérica, para celebrar, con lecturas y conversatorios abiertos al público, la belleza, la magia y el poder humanístico de la palabra en verso, así como para revivir la andadura del poeta Walt Whitman por calles de Washington, donde vivió durante la guerra civil o de secesión estadounidense, librada entre 1861 y 1865, así como la visita a los predios del Teatro Ford, donde fue herido el presidente Lincoln, mientras asistía, con su esposa y unos invitados, a la función de la obra “Our American Cousin”, de Tom Taylor, el 14 de abril de 1865, muriendo en la casita de enfrente, en la mañana del día siguiente.
Cada año la poesía de voz hispana vibra en Washington, DC, gracias al esfuerzo del Teatro de la Luna. La antología “Lengua del alma la pluma”, editada por Berroa, recoge las voces participantes. ¡Enhorabuena!
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