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Suicidiología, hoy

Los estudios criminológicos del suicidio son verdaderamente interesantes, y ello se ha debido a la constelación de ciencias que lo ha hecho posible. La medicina legal es una de ellas.

Es imprescindible el reconocer la relación entre el suicida y el delincuente, aunque aún más necesario sea reconocer que al estudiar este fenómeno se admita que el mismo no tiene un único mecanismo, pues, las interpretaciones que correspondientes al suicidio se hacen, o bien pueden resultar en realidades que se llaman homicidios o accidentes, actos suicidas, amenazas subjetivas de suicidio, o abiertamente chantajes suicidas, porque las informaciones que posteriormente se obtienen son muy diversas.

La suicidiología, rama de la tanatología, es una ciencia nueva de mucho interés y de mucho campo que amerita un estudio especial en relación a los grandes asuntos medicolegales.

Primero al definir el suicidio, luego en las formas básicas que éste adopta y, en tercer lugar, al estudiar las principales etiologías que ha puesto en evidencia la medicina legal, en particular.

En principio, el suicidio es la muerte que sobreviene tras una conducta autodestructiva auténtica o de autoeliminación; es necesaria la especificación, dado que existen actitudes autodestructivas que no tienen motivaciones suicidas, y no son, por lo tanto, suicidio consumado.

Podemos valorar varios aportes al concepto, en especial, de Émile Durkheim, cuando lo define diciendo: “Se llama suicidio, a toda muerte que resulte, mediata o inmediatamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la víctima misma”; el profesor Karl A. Menninger, en su obra El hombre contra sí mismo (1952), ha popularizado la idea de que todo suicidio constituye un “homicidio de sí mismo”, estableciendo que “es una muerte en la que se combina en la misma persona el asesino y el asesinado”; y que en todo acto suicida se necesitan, propiamente dicho, tres elementos internos: “El elemento de muerte, el elemento de matar y el elemento de ser matado”.

También consideramos lo expresado por Shneidman, cuando dice: “El término “suicidio” se define como “el acto humano de autolesionarse con la intención de acabar”.

No se niega que exista una tipología de los suicidios, pero en clave de la investigación criminal, el suicidio es sólo el que se consuma, dejando fuera de dudas que la muerte se ha producido, teniendo como mecanismo la acción mecánica, no importando si esta tiene lugar en el agua, sólido/semisólido o medio gaseoso.

En 1997, una autora cubana –Teresita García Pérez– desarrolló un modelo de autopsia psicológica para suicidas (MAP-I), para investigar casos de suicidios a través de vivos; es completamente estructurado y sistematizado, de forma tal que se disminuye al mínimo el margen de sesgo, pues todos los exploradores tienen que realizar la exploración de la misma manera, guiándose por un instructivo adjunto al MAP-I con posibilidad de respuesta cerrada, precisamente para evitar la inclusión de elementos subjetivos en la valoración de cada caso y además para hacerlo verificable por terceras personas y así garantizar su valor como prueba pericial.

En República Dominicana, con las ideas del doctor Nelson Moreno Ceballos, fundador del Instituto Dominicano para la Prevención y Asistencia a la Depresión y al Suicidio (Indesui, 1992), la cuestión parece haberse detenido ahí. No se cuenta, 33 años después, con ninguna agencia o institución afín.

Ni siquiera el Inacif-RD, se ha molestado en construir una doctrina y/o acciones para el conocimiento del suicidio.
Al celebrarse el día mundial del suicidio, se espera que alguien sea receptivo con respecto a esta triste problemática.

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