Como con la política, la economía es demasiado importante y de consecuencias tremendas para dejarla en manos sólo de economistas (y mucho menos de políticos).
Los últimos años y sus crisis vuelven a demostrar que el gran debate no es entre sistemas capitalistas y comunistas, sino entre quienes creen en los mercados libres y otros inclinados hacia intervenciones gubernamentales.
Quizás ningún extremo sea el correcto, pero comoquiera uno de mis pensadores favoritos es el gran estadounidense Thomas Sowell, que de su nativo Harlem pasó a ser marine en la guerra de Corea para luego hacerse economista magna cum laude de Harvard, magíster en Columbia y doctor en Chicago. Con casi 90 años, está retirado en California.
Entre sus frases: “Un triste signo del presente es que demonizamos a productores, subsidiamos a los zánganos y canonizamos a quienes protestan. (…) Nuestra civilización podría destruirse no por enemigos poderosos, sino la ignorancia de nuestros maestros y los peligrosos disparates que enseñan a nuestros niños”.
Nos aprovecharía mucho estudiar bien a este inmenso genio contemporáneo.