Las empresas, grandes o pequeñas, que por su naturaleza y por su anticipada y fuerte estrategia de continuidad, gobernabilidad y previsión de riesgos logren sobrevivir a los devastadores efectos económicos de la pandemia del Covid-19 y su extensa y dolorosa estela de morbilidad y letalidad, deberán enfrentar un escenario global todavía incierto, que exigirá de sus mejores talentos para gestionar la poscrisis y de sus reservas, resortes e inteligencia financieros para solventar la ralentización del consumo y el ajuste de la producción, tanto en los mercados locales como internacionales.
Si alguna vez la economía, en tanto que ciencia social, se sintió cómoda en su definición como pensamiento que procura observar la conducta humana frente a la relación y tensión entre necesidades, fines y medios escasos, ahora, ante una contracción inesperada de la ofertay la demanda de bienes y servicios, esa definición extrema su sentido.La limitación de los medios para satisfacer las necesidades es lo que provoca la brecha de la desigualdad, acentuada por los efectos colaterales de la globalización.
Sin embargo, peca de iluso el agudo filósofo esloveno SlavojZizek al haber creído que la presente pandemia significaría el colapso total del capitalismo y la posibilidad de reinvención del comunismo, cuando en realidad, si algo característico ha revelado el sistema económico, jurídicopolítico y social capitalista es su capacidad de reinventarse, su enorme resiliencia ante sus propias crisis.
En lo que no se equivocó fue en plantear el hecho de que esta crisis pandémica ha volteado el mundo como una media, volviéndolo más solidario a escala global, más humanamente sensible, más preocupado por la vida que por lo material.
En la mayor parte del mundo actual, el Estado ha tenido que asumir su rol de actor principal en la gestión de la crisis sanitaria y en la cobertura de sus negativos efectos económicos en los individuos, las familias, las comunidades y las empresas. No obstante, hay que destacar el papel protagónico, como aliado del Estado, del sector privado, que no ha escatimado esfuerzos ni recursos para ofrecer apoyo en la lucha contra la propagación de la enfermedad.
De ahí que sus presupuestos para iniciativas de sostenibilidad se hayan orientado hacia la protección de uno de sus tres componentes, el social, porque es el de la grave amenaza al equilibrio, sin descuidar el medioambiente y sin obviar su compromiso con la continuidad del negocio. “Ahora, economía es salud pública. Si se controla esta pandemia, se restaura la vida cotidiana y económica”, afirmó el reputado economista Jeffrey Sachs.
La sostenibilidad debe seguir siendo el norte empresarial por excelencia, sobre todo ahora, en tiempos de crisis y poscrisis.
No parece razonable el escepticismo de Michel Houellebecqy deZizek, en el sentido de negar cambios en la humanidad después de esta pandemia o un retorno imposible a la normalidad.
Apostaría, con el nietzscheano Peter Sloterdijk, a la creación de una “conciencia compartida de la inmunidad” y a “una práctica más profunda del mutualismo”.
El mundo, la sociedad por venir habrán de sermás próximos a la vida y más proclives a la solidaridad. Las empresas, afincadas en su principal responsabilidad, que es la de generar utilidades y crear valor social compartido en comunidades resilientes y sostenibles, contribuirán a la transformación poscrisis, promoviendo un desarrollo asentado sobre el uso de energías limpias ycontra la crisis climática, sobre la producción y el consumo responsables, así como sobre la creación de un desarrollo social y humano con mayor equidad, igualdad y justicia.
Ser sostenibles o no existir como empresas, esa es la nueva cuestión, que ha de concernir, no solo al sector privado, sino también al público.