SAN JOSE, Costa Rica.-Una de las democracias más estables de América Latina podría vivir el fin de un ciclo histórico el domingo, cuando un electorado muy dividido acudirá a las urnas en Costa Rica para decidir si le da un voto de confianza al único partido tradicional que queda o apuesta al cambio.
Una derrota del Partido de Liberación Nacional representaría el fin de una etapa dominada por esa agrupación y el Partido de Unidad Social Cristiana, que se han alternado en el poder desde principios de la década de 1980. De ganar, en cambio, sería la primera vez en que un mismo partido gobierna tres veces seguidas, ya que en las dos últimas elecciones se impuso con Oscar Arias y Laura Chinchilla.
Acosado por riñas internas y denuncias de corrupción, que derivaron en las condenas a prisión de los expresidentes Rafael Calderón y Miguel Angel Rodríguez, la Unidad Social Cristiana dejó de ser una fuerza de peso hace ya algunos años y tiene una intención de voto muy baja.
Pero al oficialista Liberación Nacional, una agrupación de centro que postula a quien fuera el alcalde de San José por 22 años, Johnny Araya, le han surgido tres rivales de fuste que aspiran a forzar una segunda ronda, en la que podrían aglutinar a toda la oposición, de acuerdo con las encuestas.
Uno de ellos, el Frente Amplio de izquierda, con su carismático candidato José María Villalta, único diputado de esa agrupación y segundo de su historia.
A sus 36 años llegó a encabezar la intención de voto en algún momento de la contienda electoral. Los otros partidos que estarían en la pelea, según las encuestas, son el Movimiento Libertario, con su fundador, el abogado exdiputado y candidato Otto Guevara, de derecha, y el Partido Acción Ciudadana, con Luis Guillermo Solís, un historiador y politólogo, quien se presenta como una alternativa de izquierda moderada.
Para ganar las elecciones, Araya, de 57 años, deberá sobreponerse al descontento generado por un desempleo que llegó al 10,4%, altísimo para los niveles históricos de Costa Rica, combinado con un creciente déficit fiscal, que actualmente supera el 5% del Producto Interno Bruto del país y que hacia finales de este año superaría el 6%.
“El desempleo se ha convertido en una gran preocupación de los electores, ligado con el tema de la pobreza que se mantiene estancada en 20%.
Las propuestas de los partidos son muy generales y algunos con metas que no son realistas al prometer más trabajo y menos pobres”, dijo el politólogo Francisco Barahona, profesor retirado de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica y analista independiente.
A estos factores se suman varios casos de corrupción, incluido el desvío de recursos en la construcción de la carretera fronteriza con Nicaragua, con una inversión de 40 millones de dólares para abrir un camino sin que existieran los estudios necesarios y donde algunos empresarios monopolizaron los contratos.
Otro es la fallida concesión de la carretera entre San José y San Ramón, donde la oposición de las poblaciones afectadas a pagar altos peajes obligó a derogar el contrato con la empresa brasileña OAS, que cobrará una indemnización de 34 millones de dólares por una obra que nunca inició.
“La gente no olvida la condena a dos expresidentes del PUSC (el social cristiano) por casos de corrupción. Y en tiempos recientes tenemos varios casos que golpean al actual gobierno, con serias dudas de cómo se manejan los contratos en las carreteras hacia Caldera y hacia Limón, donde se han denunciado también pagos excesivos”, expresó el politólogo Francisco Barahona.
La hegemonía de los dos partidos tradicionales se viene resquebrajando desde hace algún tiempo, al punto de que en 2006 sólo ganaron la presidencia superando al Partido de Acción Ciudadana por el 1% de los votos.
Los socialcristianos pasaron a ser la tercera fuerza del país y en la actualidad figura quinto en la mayoría de las encuestas, con un caudal muy bajo de votos. Su suerte quedó sellada cuando su candidato Rodolfo Hernández, un médico sin experiencia política que había ganado popularidad por su labor al frente del Hospital Nacional de Niños y que de la noche a la mañana pasó a ser el candidato a vencer, se retiró de la contienda en medio de disputas internas que le restaron credibilidad a su agrupación.
“Buena parte de la indignación se va con el Frente Amplio, que articula bien el discurso del descontento e inesperadamente se beneficia de altos niveles de apoyo en una ciudadanía descontenta”, dijo el politólogo Luis Jiménez, profesor de la Universidad de Costa Rica.
Villalta, el candidato del Frente que postula una fuerte presencia del estado en todas las áreas, comenzó a trepar en las encuestas y a preocupar a sus rivales, que trataron de pintarlo como un comunista afín a los ideales bolivarianos del finado presidente venezolano Hugo Chávez.
Araya ha tratado de distanciarse de la presidenta Chinchilla, correligionaria suya y vieja rival política, para no pagar por sus errores.
Si el partido en el poder logra movilizar a su base de siempre, será difícil ganarle. Pero si el desgaste que ha sufrido aleja a sus partidarios de las urnas, los partidos nuevos podrían dar el gran golpe. Las opciones están abiertas para cualquiera ante la gran cantidad de indecisos que a pocos días de la elección manifiestan su deseo de votar pero aún no se deciden por quién.
El sistema electoral costarricense prevé que si cualquiera de los candidatos no gana por lo menos el 40% de los votos en primera vuelta, deberá celebrarse una segunda ronda con quienes obtuvieron más votos.
El ganador en la segunda vuelta se alzará con la victoria si gana por mayoría simple (mitad más uno de los sufragios). “Sondeo a sondeo vemos que incrementa la cantidad de indecisos y llega hasta un 30%.
Algunas de estas personas inicialmente daban su apoyo a los que tenían más opciones de ganar, pero al tomar fuerza alternativas más moderadas como el PAC (Partido Acción Ciudadana), se replantean el voto. El electorado no ha sido nada fiel en esta elección”, explicó el analista Jiménez.