Por: Raphy D Oleo
Santo Domingo.– La madurez es el punto donde se alcanza el pleno desarrollo o el mejor momento. Eres maduro si tu decisión tiene de base la razón, si nadie tiene el poder de desviar tu voluntad y puedes controlar tus impulsos. Pero sobre todo sabes que llegaste a esa etapa, si reconoces que te falta demasiado por aprender y mucho por vivir.
Cada experiencia nos sitúa en un punto donde algunos maduran antes que otros, adquiriendo conciencia de que la mayor riqueza es cuando dejamos de anexar la felicidad a las cosas materiales.
Todos los psicólogos concuerdan que los signos de madurez son evidentes: La calidad se impone a la cantidad, sabemos lo que queremos, creemos en nosotros mismos, elegimos con quien compartimos, somos dueños de nuestros actos y de nuestro tiempo, aprovechándolo en mayor medida y buscando que nos reporte mayor satisfacción.
Los artistas, producto de su formación hogareña, su actitud espiritual y su desarrollo emocional, tienden a madurar más lentamente y a mayor distancia de existencia. Se puede medir su grado de madurez cuando el compromiso lo colocan por encima del interés, la creatividad y la inspiración no sucumben a los avatares y su felicidad no depende de los vaivenes de su entorno.
Si es presumido, eso te dice de que carece, si no asume las consecuencias de sus actos la irresponsabilidad es su norte, pero si su reacción es ecuánime, la justeza y el equilibrio lo adorna, conoce sus límites y la prudencia es su manejo. La persona madura conoce su poder de influencia y enseña a los demás lo que ha aprendido, permitiendo el crecimiento de los que serán su relevo.
En cuanto a la madurez, dos de los graves problemas del negocio artístico y comunicacional en el país son los ejemplos que tenemos como paradigma de comportamiento y la poca presencia de relevos con valores en todos los sentidos. Si medimos estos dos parámetros podemos saber que tan maduros son los artistas y comunicadores dominicanos.