“Solo negocios”…

“Solo negocios”…

“Solo  negocios”…

En estos días no he podido redimir la mente de aquella escena de la película “El padrino” en la que un capo procura justificar ante su hijo (Al Pacino) su frustrado, pero sangriento, intento por asesinar a su padre (Marlon Brando).

Sentados en una mesa, bebiendo vino y disfrutando de unos espaguetis a la boloñesa, el personaje justificó su acción con estas frases: “No era nada personal”, dijo. “Solo se trata de negocios”.

El año pasado, con esa divisa en mente, un mafioso siciliano de carne y hueso, Pino Scaduto, “líder del poderoso clan Bagheria”, ordenó el asesinato de una hija debido a las complicadas relaciones que esta sostenía con alguien a su juicio “inconveniente”. Al justificar el crimen dicho capo reveló que “no era nada personal. Solo un asunto de negocios”.

Los ejemplos resultan válidos cuando se reflexiona en eventos acaecidos en el país y de los que somos testigos. Por ejemplo, en videos transmitidos en las redes, se ve a uniformados huyendo espantados a un antisocial haitiano que empuña un machete.

En los comentarios, ciudadanos de otros países se burlan a carcajadas de los dominicanos.
Policías y militares han sido asesinados o agredidos en la frontera por gente de esa nacionalidad. Antisociales haitianos han penetrado a cuarteles y sustraído armas largas.

Miles de embarazadas de ese país cruzan libremente la frontera para recibir servicios hospitalarios gratuitos pagados por los dominicanos, a quienes sustraen camas, servicios y medicamentos. Igual fenómeno se da en los empleos que generan la agricultura, la construcción, el turismo, los hogares y los negocios ante la evidente indiferencia de las autoridades.

El secuestro, robo de sus pertenencias y las expectativas de una muerte violenta del cardiólogo Pedro Ureña y sus acompañantes no es, como confirman los vecinos, un hecho aislado.

Pandilleros haitianos son responsables del robo de ganado, cosechas, automóviles y motocicletas, del asesinato de propietarios de fincas y de desamparados ciudadanos, violaciones sexuales, trasiego de mercancías, tráfico humano, armas, drogas y de la mutilación de decenas de dominicanos.

¿Por qué estos hechos, definitivamente inconcebibles, pueden estar sucediendo en la República Dominicana? No es aventurado manifestar que no se quiere afectar o molestar los intereses y la sensibilidad de un poderoso grupo de negociantes quienes poseen excelentes relaciones a todos los niveles en los dos lados de la isla.

Son incalculables los cientos de millones que se comercializan entre RD y Haití. Empresarios, grandes importadores y adinerados de ambos países (no son todos) participan en cuantiosos negocios que involucran miles de toneladas de mercancías y un enigmático intercambio cuyo punto de encuentro son los puertos dominicanos.
Centenares de obras son ejecutadas en Haití por firmas constructoras dominicanas.

Hombres de negocio de ambas naciones están estrechamente vinculados con influyentes grupos financieros dominicanos, mucho más desarrollados que los de la parte oeste. Y ni qué decir de los proyectos binacionales fronterizos en ciernes.

Para los funcionarios nacionales y aparte de otras motivaciones de otra naturaleza (préstamos masivos, George Soros) es preciso manejar las dificultades en este ámbiente con guantes de seda, porque se trata de “un asunto de negocios”.

En ese proceso, y para evitar “fricciones”, los dominicanos como pueblo son, como siempre, los que llevan las de perder. Pero eso no importa. Se trata de “negocios”. Y eso sí que verdaderamente cuenta…



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