En una reciente entrevista a la prensa el filósofo español Savater manifestaba su deseo que esta experiencia de la pandemia nos hiciera más solidarios, agradecidos y científicos. Ojalá esto ocurra porque hay señales de que se está estimulando una mayor codicia, una soberbia monstruosa y moviendo a mucha gente, cual rebaño, hacia posturas mágico-religiosas. La pasividad que el autoritarismo económico, político e ideológico está inculcando en la mayoría pronostica un futuro peor que el pasado reciente, el virus se ha convertido en la excusa ideal para el control de la vida, el cuerpo y la mente de los más pobres y las clases medias. Es el enemigo perfecto, el Covid-19, ya que justifica todo tipo de estupidez y abuso de poder, mientras se oculta la naturaleza criminal y corrupta de las instancias de poder en casi todo el mundo.
No es nada nuevo. En el mundo antiguo prácticamente todos los actores políticos, religiosos y filósofos justificaron o toleraron tranquilamente la esclavitud. Todavía en el siglo XIX mucha gente de “buena voluntad” vivía cómodamente gracias al trabajo de africanos esclavos en el Caribe. Las pestes medievales fueron ocasión ideal para un mayor control social e ideológico de las masas asustadas frente a un “castigo divino”. Los discursos “cristianos” en contra del tiranicidio de reyes, en Inglaterra y Francia, encontraban en la carta de Pablo a Los Romanos un recurso, pero el mundo no se acabó, al contrario mejoró sin esos abusadores en el poder. Los primeros científicos del renacimiento pagaron caro la herejía de considerar que era la tierra la que giraba en torno al solo y no a lo inverso. Epilépticos, psicóticos, mujeres sabias y opositores al poder pagaron con su vida en las hogueras decretadas por la inquisición, semejante a las lapidaciones y degüellos de los fanáticos musulmanes en la actualidad.
El liderazgo social, político y económico que se beneficia de las tajadas del Estado no le importa un mejor sistema de salud o educativo, no tiene interés de que las comunidades más pobres ganen autonomía y se emancipen mental y materialmente, todo lo contrario, los prefieren brutos y sumimos. No es un asunto exclusivo de países como los nuestros, en Estados Unidos los muertos se acercan a los 100,000 por tener un presidente que ha negado el valor de las vacunas -que recibe apoyo de grupos religiosos fundamentalistas que niegan la ciencia- y que ha desmontado gran parte de los logros del sistema de salud norteamericano construido por Obama y sus antecesores. Semejante liderazgo lo tiene Brasil y Nicaragua, y pagarán con vidas, con muchas, tener gobernantes tan despiadados e ignorantes.
Es necesario que quienes somos obligados a estar encerrados y bombardeados por discursos de miedo y fatalismos míticos superemos esta etapa con la energía y lucidez de construir un mejor mundo que el que teníamos al comenzar esta pandemia, haciendo caso a Savater, seamos más solidarios, científicos y generosos.