Sócrates y Tarzán

Sócrates y Tarzán

Sócrates y Tarzán

Tarzán de los Monos debe de ser el único nacido de mujer que al ser criado por animales salvajes ha recuperado, bajo la condición de adulto, privilegios reservados por la civilización para el homo sapiens/sapiens. ¡Qué nombre! Pero es así como designan los antropólogos a la humanidad actual.

Hago aquí la salvedad (por si esta nota cae en manos de eruditos) de que al Hombre Mono lo conocí en paquitos, historietas venidas a menos hoy día, pero de un impacto extraordinario en los de mi tiempo como instrumento de socialización (las cogíamos en préstamo, presumíamos las exclusivas y las intercambiábamos). Fueron, además, palanca para la iniciación a la lectura de libros y periódicos.

La historietas armadas con la “cerebración” de Edgar Rice Burroughs tratan de un niño rescatado de los escombros de un siniestro y criado por Chita en medio de una manada de chimpancés.

Absurdo total, no vaya nadie a creerlo; pero no hay que ser puntilloso con esta parte de nuestras circunstancias culturales.

De haber tenido la paciencia para criar a un bebé de la aristocracia inglesa hasta llevarlo a la condición de adulto, Chita no hubiera podido convertirlo en hombre.

Ella no estaba capacitada para tener el propósito, pero de habérsele ocurrido, nada en el mundo hubiera podido ayudarla, porque es tarea de humanos bregar con la invalidez de un crío, afrontar su larga infancia y domarlo. Esta domesticación tiene un nombre: educación (formal e informal).

Dirigida a darle el mando al cerebro y a la domesticación de los resortes instintivos, vitales para Chita en la selva, la educación hace la diferencia inclusive entre grupos humanos. Sobre ellos trabajan con ahínco los pueblos conscientes, porque hace millones de años algún antecesor encontró en la doma de estos resortes el camino a la civilización y desde entonces nada contradice la importancia de este hallazgo.

Es triste pensarlo y doloroso escribirlo, pero hay millones de personas en esta isla (Santo Domingo/Haití), no sólo al margen de la educación familiar apropiada (no han sido domesticados a tiempo), sino carentes de la educación formal.

Algunos han tenido el privilegio de una educación al más alto nivel, pero fallan en lo moral y como consecuencia, pueden ser muy dañinos al carecer de frenos y contrapesos interiores necesarios para ser personas convenientes. Según una leyenda, a Sócrates le fue abierta una puerta para burlar a la justicia ateniense.

Él se negó. A muchos puede parecerles absurdo, como lo es la leyenda de Tarzán; pero la de Sócrates, por lo menos, es verosímil. Entre nosotros (gobernados y gobernantes) muchos hemos sido conquistados por el absurdo tarzánico y desde lo profundo de nuestras conciencias rechazamos el ideal socrático.
Es una consecuencia de la cultura y de la ausencia de cultura, valga la paradoja.



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