¿Sociedad podrida?

¿Sociedad podrida?

¿Sociedad podrida?

Antes se decía, en broma, que Fulano de Tal era tan sinvergüenza que, si lo dejaban solo, era capaz de robarse la Catedral o la Puerta del Conde.

Hoy se roban hasta los aviones, en las propias narices de sus supuestos custodios naturales, y la gente ríe irresponsablemente. Así vamos cayendo en picada hacia un proceloso mar donde los valores morales brillan por su ausencia.

Cualquiera diría que en un país donde la Policía Nacional ha matado en cinco años más de 1,400 ciudadanos en circunstancias nunca aclaradas, carece de importancia el simple robo de propiedades públicas o privadas. Primero se robaban las tapas de las alcantarillas, las letras de bronce o hierro en los monumentos, los cables del tendido eléctrico… Luego se pusieron de moda los secuestros y las demandas de los secuestradores para obtener el rescate. Y ahora entramos en palabras mayores, con el robo de aviones. Sin olvidar las hazañas de los eternos ladrones de cuello blanco.

Lo malo es que, mientras más cuantioso y espectacular es el delito, más probabilidades hay de que al final impere la impunidad. No se le ocurra a nadie robarse un salami en un pueblo fronterizo, porque puede pasar el resto de su vida preso en una celda cuya llave se perdió en el fondo del mar. Mejor róbese un avión, soborne a dos o tres cómplices y le irá mucho mejor.

Insisto en lo que he repetido antes muchas veces: nuestra peor crisis no es la del combustible, ni la económica, ni la medioambiental, ni la política. La peor de todas es la crisis ética y moral que padece toda la nación.

De todos nosotros, sin distinción, depende que nos salvemos.



El Día

Periódico independiente.

TEMAS