Sociedad Dominicana, inseguridad y miedo

Sociedad Dominicana, inseguridad y miedo

Sociedad Dominicana, inseguridad y miedo

El pito de alarma ha sonado en nuestra sociedad. La fuerte incidencia de realidades como la criminalidad, el sicariato, el feminicidio, la violación, la corrupción, el tráfico de drogas, el atraco, la trata de mujeres, el comercio sexual de menores y otros tantos actos, permiten hacer un inventario que nos señala como una sociedad en gran riesgo.

Junto a estas manifestaciones que nos hablan de un enorme déficit ético y espiritual en una parte importante de nuestra población, se pueden agregar situaciones que permiten decir que navegamos un mar con enormes fosas y remolinos, algunas de cuyas manifestaciones son una deuda pública que crece desbocadamente, una desigualdad que nos divide en dos o tres sociedades, una Justicia venal y parcializada, una Policía Nacional en la que la población no confía, una gran vulnerabilidad en lo que se refiere a la ocurrencia de fatales accidentes de tránsito.

El panorama expuesto lleva a una sensación de incertidumbre respecto a dónde vamos. Se trata de un panorama que alimenta el sentimiento de impotencia por el descontrol de lo que hay y el desconocimiento de lo que viene. Es un cuadro que hace crecer el miedo.

El sociólogo Zygmund Bauman, en su libro “Miedo Líquido”, dice que el miedo “es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer -a lo que puede y no puede hacerse- para detenerla en seco, o para combatirla…”.

En un artículo anterior ya hemos hablado de la paranoia social que vivimos en el país. Paranoia fundamentada hoy en que muchos dominicanos ni siquiera en su propio hogar se sienten absolutamente seguros.

Vivimos un gran miedo al poder del crimen y de la maldad. Un miedo a lo imprevisto, a lo que no se puede calcular.

Vivimos la ansiedad que ocasiona que tantos países ricos gasten más en armas que en ayuda. Se siente miedo porque tal como dice el autor que antes citamos, “cada uno de nosotros puede, potencialmente, convertirse en un monstruo”.

Frente a la realidad que hemos expuesto, tenemos que, en nuestra población, unos alientan el deseo de huir, de irse del país (con lo que se pierden recursos humanos, muchas veces calificados), mientras que otros optan por protegerse o prepararse para repeler la agresión.

El miedo que se vive ha encontrado también como respuesta el retorno de muchos a lo espiritual. Este retorno solo tiene efectividad si induce a luchar para que se imponga el decoro, el bien y la justicia.



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