La dominicana se está convirtiendo en una sociedad agresiva, hiriente y hasta insensible. Todo lo contrario de lo que los demás han elogiado por años del pueblo dominicano.
Se nota en la calidad del trato a los demás.
La ofensa, la calumnia, la mentira ya son parte cotidiana de la interacción.
Basta conque alguien opine o piense distinto para enfilar los cañones en su contra sin importar el daño que se le provoque.
Pudiéramos estar perdiendo el principal atractivo turístico de República Dominicana: la calidez de la gente.
El dominicano siempre ha sido un pueblo apasionado. Esa característica, dirigida a hacer el bien, enaltece, pero cuando se pone al servicio del mal daña todo a su alrededor.
Hay mucha agresividad en el diario vivir. Eso se nota en cosas tan simples como el tránsito, las conversaciones triviales, el servicio al cliente o las atenciones al contribuyente.
La agresividad genera fundamentalismo y el fundamentalismo no da cabida a la razón.
El absolutismo discursivo y su gemelo, la violencia verbal, no genera nada bueno y mucho menos atrae soluciones. Por el contrario, solo agravan los problemas.
Que cada ciudadano se evalúe a sí mismo y que se responda si realmente está contribuyendo a construir la sociedad en la que le gustaría vivir.