Sin confianza no hay democracia

Sin confianza no hay democracia

Sin confianza no hay democracia

Carlos Salcedo

La confianza ciudadana en sus instituciones es fundamental para el desarrollo y el sostenimiento de la democracia. Desde hace varios años las encuestas reflejan, como la de la Corporación Latinobarómetro, que los partidos políticos y los tres poderes del Estado dominicano no son bien vistos por más del 50% de la población.

De hecho la adjudicación de credibilidad al Poder Ejecutivo, al Congreso Nacional y al Poder Judicial es muy baja -menos del 30%-, aun cuando en el caso particular del actual presidente de la República, Luis Abinader, mantiene niveles de popularidad superiores al 60%.

De manera general las fuerzas de seguridad del Estado y la iglesia, a pesar de su sostenido decrecimiento, mantienen en la historia reciente mejores valoraciones que otras instituciones.

Este fenómeno también se refleja en la encuesta en donde las fuerzas armadas cuentan con una confianza de más del 40% de los encuestados y la iglesia con más del 65%.

Esta información es similar, en parte, a los resultados de encuestas hechas por Gallup a los estadounidenses, de las que resulta que las 4 instituciones mejor valoradas por los americanos son el Pentágono, las empresas privadas, específicamente las pequeñas, la iglesia y la Casa Blanca.

El congreso de ese país posee una credibilidad por parte de la población de apenas algo más del 10%. Por su lado la justicia americana está un poco por encima de la nuestra en confianza ciudadana con más de un 35%.

Esta tendencia en las democracias de occidente es conocida por todos desde hace tiempo. Las causas se deben, en gran medida, a crisis económicas, problemas sociales como el de la desigualdad sin resolver, inseguridad ciudadana, corrupción y políticas públicas ineficientes.

Hay que destacar que hay países en donde la credibilidad va en aumento como por ejemplo en China en donde más del 80% de la población confía en su gobierno.

Esto último no quiere decir que los dos países más poderosos del mundo, uno democrático y otro autoritario, se están moviendo en este ámbito en direcciones opuestas.

En todos los casos, los dominicanos, americanos y chinos fueron los que determinaron la credibilidad en sus instituciones.

Probablemente los chinos hayan reflexionado sobre la mejora en su calidad de vida en las últimas décadas, la oportunidad de movilidad social, además del fortalecimiento económico e institucional que sus líderes políticos y empresariales han podido lograr.

Lo digo por lo que viene sucediendo en la Latinoamérica, sin irnos más lejos. Cuando hablamos de apoyo a la democracia, hay una clara tendencia a la indiferencia ciudadana al tipo de régimen.

De hecho se muestra apoyo a algunos regímenes de corte autoritario, que insisten en ser llamados democráticos cuando en realidad son populismos y autoritarismos (v. g. Venezuela, Nicaragua).

Son solo algunas de las señales preocupantes, porque el poder del pueblo se viene diluyendo dando espacios a expresiones políticas improvisadas, cuya fuente nutricia es el hartazgo de mucha gente de promesas políticas que, en gran medida, solo sirven para lograr el voto para ganar elecciones.

Debemos seguir fortaleciendo nuestro sistema político para robustecer nuestra democracia. De lo contrario, en el mediano plazo podremos sufrir las consecuencias de quienes están ahítos de formas hipócritas de hacer política