Según la Asociación Española de Pediatría, entre un 25 y un 30 % de los niños menores de 5 años presenta problemas o alteraciones de sueño, entre ellos el Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño infantil (SAOS).
El sueño es reparador, especialmente para los niños, que tras una larga jornada de actividades diversas, dormir y descansar les recarga las pilas, pero si esto no es así, si el niño no duerme bien, al día siguiente se sentirá cansado e irritable.
En la mayoría de los casos, el síndrome de apnea obstructiva del sueño infantil no se diagnostica porque los padres asumen que el niño, simplemente, duerme mal.
Sin embargo, la apnea obstructiva del sueño infantil es un tipo de trastorno respiratorio del sueño, un problema mucho más serio que una mala noche de insomnio.
Se produce como consecuencia de una obstrucción, total o parcial de las vías respiratoria superiores, provocando una pausa de la respiración durante la noche.
Las pausas en la respiración que tiene el niño durante el sueño, hacen que bajen los niveles de oxígeno en el organismo. Esto lo detecta el cerebro como una “amenaza” y despierta al crio para que el organismo vuelva a funcionar. Si las pausas respiratorias son muy frecuentes, el niño dormirá menos y no descansará, lo que puede provocar daños en su salud tanto física como mental.
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Este trastorno del sueño lo padecen entre el 1 y el 5 % de los niños, especialmente entre los 3 y los 8 años.
Puede afectar a la calidad de vida del niño ya que altera el crecimiento cráneo-facial, y el desarrollo de funciones tan básicas como masticar.
Un niño respira la mayor parte del tiempo por la nariz, y, normalmente, cuando tiene la boca cerrada la lengua está tocando el paladar, lo que evita también, que ronque de manera continua.
Si no respira de esta forma, se produce un problema en el desarrollo dental, una maloclusión dental, es decir los dientes se desvían de su posición normal. Este problema suele ocurrir en siete de cada diez niños que padecen apnea obstructiva del sueño.
Las causas del síndrome de apnea obstructiva del sueño infantil
El síndrome de apnea obstructiva del sueño sucede a cualquier edad, pero es más habitual en edad temprana, alrededor de los dos y los ocho años, porque es cuando se desarrollan las amígdalas y las adenoides (vegetaciones) de la vía aérea superior.
“La causa más frecuente de apnea obstructiva del sueño en niños es la existencia de amígdalas y adenoides de mayor tamaño al normal. Otros factores son el sobrepeso, las alteraciones del macizo facial y las alteraciones neuromusculares de origen genético. Los niños con síndrome de Down son especialmente susceptibles a tener AOS”, explica la doctora Irene Rubio Bollinger, neurofisióloga y responsable de la Unidad del Sueño en el Hospital Quirónsalud Sur.
Los síntomas
El principal síntoma de la apnea obstructiva es la pausa en la respiración. Cuando están dormidos, los niños suelen jadear y emitir un sonido como si se estuvieran ahogando.
El ronquido también es un síntoma muy frecuente del SAOS.
“Los ronquidos pueden ser continuos o intermitentes con intervalos de silencio y empeoran si tienen infecciones de vías respiratorias altas. Si el niño ronca tres noches por semana, es conveniente consultar con el otorrinolaringólogo. Los niños con apnea también pueden presentar una fisonomía característica como caras alargadas, falta de desarrollo del tercio medio facial y retro o micrognatia, mandíbula pequeña”, puntualiza la doctora Rubio Bollinger.
Además, se pueden presentar problemas de conducta como ansiedad, agresividad, depresión, hiperactividad, irritabilidad o problemas de concentración.
Otros síntomas de este trastorno son sueño intranquilo, pesadillas, sudoración nocturna, incontinencia o respiración por la boca.
El diagnóstico
Un diagnostico temprano es fundamental para solucionar el problema y evitar complicaciones en el crecimiento del niño ya que puede desarrollar hipertensión, colesterol alto, pre-diabetes o enfermedades cardiovasculares.
Para detectar la apnea obstructiva del sueño, se debe realizar una polisomnografía nocturna.
El niño debe pasar una noche en el centro donde se lleve a cabo para controlar y estudiar los movimientos oculares, la frecuencia cardiaca, los ronquidos, la respiración, los niveles de oxígeno, además de los movimientos y las posturas que adopta el niño mientras duerme.
En algunos casos, el trastorno está provocado por otros problemas, “como puede ser la presencia de reflujo gastroesofágico nocturno, siendo esta la primera causa que hay que tratar y se debe tener en cuenta en las unidades de sueño cuando un niño acude a consulta por mal descanso, síntomas nocturnos de mal descanso o síntomas diurnos de diferente índole que puedan tener como causa un trastorno respiratorio del sueño como es el AOS”, añade la especialista.
Una vez confirmado el diagnóstico, si la causa de la apnea es por unas amígdalas o adenoides demasiado grandes, se practica una extracción de amígdalas o de adenoides.
En casos más severos, en los que la causa no es el tamaño de las amígdalas, se pueden tratar con una terapia de presión positiva continúa en las vías respiratorias, lo que se conoce como CPAP.
Esta terapia consiste en una máscara, que lleva puesta el niño durante la noche, y puede cubrirle solo la nariz o la nariz y la boca. La máscara está conectada a una máquina que bombea aire para abrir las vías respiratorias.
Si la apnea obstructiva del sueño está provocada por un exceso de peso, lo más importante es perder los kilos de más con ejercicio físico y cambios en la dieta del menor.