Sí, todo ha cambiado
A nadie le cabe dudas de los cambios que ha dado el mundo. En todos los aspectos de la vida hay decenas de indicadores de que nada o pocas cosas siguen igual.
Comencemos a hablar, por ejemplo, de la alimentación. Contemos las veces en las que hasta hace no más de cinco años tuvimos que escuchar hasta la desilusión las voces que a veces, hasta en forma simultánea y sin reparos, nos decían: “Te vas a morir, deja de comerte ese cerdo, ese chicharrón no te hará nada bien. Tú debes comer sano. Te lo digo por tu bien”.
Hoy, el chicharrón ya no es sólo una rica delicia por su sabor y textura, sino que, ahora sirve hasta para remedio. Los expertos en materia nutricional tienen vastos argumentos para justificar el cambio de valoración hacia ese alimento, del que miles de personas preferían privarse de probarlo, “para no dar mal de qué hablar”.
Al chicharrón de cerdo, que ha ganado gran popularidad como un alimento nutritivo, se le atribuye ser una fuente rica en proteínas de alta calidad, lo que lo convierte en un aliado para quienes buscan mantener o aumentar masa muscular.
Dicen que contiene grasas saludables, como las monoinsaturadas, que pueden ser beneficiosas para el corazón cuando se consumen con moderación y como se ha desmitificado el miedo a las grasas naturales, el chicharrón también se cuela en esa categoría, especialmente, en las dietas bajas en carbohidratos.
Y, como si fuera poco, al chicharrón se le atribuye ser fuente natural de colágeno, para bienestar de la piel, las articulaciones y los huesos y, además, aporta hierro, calcio y magnesio, importantes en la salud ósea y en la prevención de la anemia.
No hay que ir más lejos, a propósito de colágeno, las patas de pollo que todavía no muchos dominicanos aprecian, han dejado de ser un desecho de esa carne y se han convertido en un costoso plato gourmet en distintas sociedades.
El ciudadano común de cualquier país, aquél que tiene poca o ninguna preparación académica, aprecian los cambios que se han estado registrando en el mundo, con más preguntas que respuestas, desde los que tocan simples patrones gastronómicos hasta los que involucran la indetenible disrupción tecnológica y el curso mismo político y socioeconómico que sigue el mundo.
Han cambiado las formas en las que se trata a la familia, a las parejas, a los amigos, a los vecinos, a los compañeros, en fin.
Hay gente que no guarda respeto hacia la autoridad (que en ocasiones tampoco hace mucho por cultivarlo, sino todo lo contrario), que no tiene consideración por los niños o por los ancianos, o ningún otro ser humano que presente niveles de vulnerabilidad.
En fin, esto dicho a través de la pluma del laureado escritor uruguayo Eduardo Galeano, puede conducir a la conclusión de que vivimos «Patas arriba: la escuela del mundo al revés».
Sí, todo ha cambiado, pero, no están cerradas las puertas de la esperanza ni del optimismo. A pesar de los desafíos, la humanidad ha logrado avances valiosos en ciencia, tecnología, medicina y derechos humanos.
La gente está más inclinada a cultivar la capacidad de adaptarse y superar las adversidades, sobre todo, después de la pandemia del COVID-19 que sufrió el mundo y hay más optimismo y esperanzas hacia el bienestar. ¡Eso es bueno!
El mundo sigue siendo un lugar lleno de maravillas naturales, expresiones artísticas y conexiones humanas significativas y un espacio para que la gratitud sea como el “pan nuestro de cada día”. No hay que desaprovechar lo positivo, por poco o pequeño que resulte. Con los cambios es posible construir un mundo mejor.
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