El otro día, hablando sobre cómo empezó Encuentros Interactivos y el éxito que en el trascurso de estos siete años he logrado cosechar, me di cuenta que ni siquiera yo he pensado en lo que ha representado en coste de tiempo, esfuerzo y energía para mí y los que me rodean.
Por lo general, los que emprendemos un proyecto estamos impulsados por esa emoción de hacer realidad nuestros sueños y nos volvemos malabaristas sorteando obstáculos y desarrollamos un sexto sentido en las tomas de decisiones.
Dedicamos largas horas de trabajo y, luego de este tiempo, seguimos trabajando porque creemos en algo, un algo que muchas veces otros no entenderán, aun así lo explicas una y otra vez.
En la vida hacemos muchas cosas. Muchísimas. Si ahora mismo te detienes a pensar en todo lo que has hecho hoy, podrás sacar una lista bastante grande.
Sí, hasta tomar la decisión de sentarnos a disfrutar el paisaje cuenta como algo que has hecho. Y si te pones a recordar qué hiciste ayer o a lo largo de esta semana, verás que podrías hacer una lista, muy, muy larga de todo lo que has hecho, desde pequeños detalles hasta grandes cosas.
Ahora, te pregunto: ¿todo eso que has hecho te ha encaminado hacia lo que anhela tu corazón, hacia eso que te podría hacer sentir realizado o ayudado a otros a ser mejores? Cuando me hice esas preguntas sobre Encuentros Interactivos me gustaron todas las respuestas, muy a pesar de las largas horas de trabajo enfrente del computador, del peso de los papeles en mi bolso y maletín al caminar, de las ojeras que se acentúan próximo a cada evento y hasta el tiempo robado a mí, a la familia y mis seres queridos.
Ese es el precio de emprender, de pensar en el futuro y querer más para mí y los míos. En el camino aprendí que si nos centramos en lo importante podremos lograr lo que queremos.
Muchos no tienen claro lo que quieren. Algunos, como yo, hacemos lo necesario para descubrirlo y acercamos, en el entendido de que nunca terminamos de aprender y descubrir. Otros lo tienen muy, muy claro, pero no lo hacen. Es bueno que entendamos que sí se puede, siempre y cuando estemos dispuestos a dar el salto.