El mayor impulso que siempre he tenido en la vida es encontrarme con alguien que me diga: “Tú no puedes hacer eso”.

Hay quien asegura que es por mi naturaleza competitiva, pero creo que en el fondo es más demostrarme a mí misma que puedo hacerlo y nadie está en capacidad de opinar sobre mis capacidades, porque solo yo conozco mis límites, miedos y fortalezas.

Así que cuando alguien cercano o no tan cercano a ustedes les haga sentir que no valen para algo, incluso se lo manifiesten, solo escuchen aquella parte que pueda surgir desde el verdadero cariño, y después decidan por sí mismos si tienen o no razón. No pongan cadenas a su valor antes de ni siquiera haberlo intentado, mucho menos a su capacidad resolutiva.

Les aseguro que muchas veces el camino no será fácil, tirar la toalla surgirá como la opción más asequible, pero al final si lo logran la satisfacción es tan personal, tan profunda y única que será algo que se les quede grabado para siempre.

No sé por qué tendemos a tomar tan en serio lo que los demás piensen de nosotros, a veces hasta el punto de creerlo y actuar en consecuencia. Somo seres sociales y debemos rodearnos de personas que participen en nuestra vida, claro que sí. Pero qué les parece que sean aquellas que en vez de decir “no puedes”, te digan: “Dime lo que necesitas para lograrlo”.

Esas personas son tan valiosas como el hecho mismo de lograr la meta. Y, otra pequeña cosa, disfruten el camino, el proceso, aprendan, enseñen, observen, escuchen… porque muchas veces más que el destino son los pasos que se dan para llegar allá. Eso es lo que les hará fuertes, sabios, con decisión y cuando alguien trate de frenarles, sabrán perfectamente qué hacer.