Sí, pero no

Sí, pero no

Sí, pero no

Rafael Molina Morillo, director de El Día

Cuando uno mira alrededor y la vista tropieza con el dantesco cuadro de algunas cárceles dominicanas, dan ganas de llorar.

Se me podrá decir que exagero, porque ahí están, como prueba en contrario, los planteles del llamado “nuevo modelo”, donde a los presos se les llama “internos” y aprenden oficios con los cuales podrán ganarse la vida honradamente cuando cumplan su condena.

Sería una tozudez de mi parte no reconocer los avances que hemos alcanzado en la materia en estos últimos años, al grado de que la Procuraduría General de la República puede darse el gusto de proclamar a los cuatro vientos cómo “internos” que llegaron a sus centros de corrección como delincuentes han salido convertidos en profesionales útiles para la sociedad.

Todo eso lo reconozco y lo aplaudo. Pero no puedo dejar de pensar en los infiernos que todavía existen en diversos pueblos que aún permanecen con ergástulas y escuelas del crimen, en vez de centros de corrección.

A mí me parece que el programa de convertir los infiernos en reformatorios marcha muy lento. Tal vez se trata de falta de recursos económicos para seguir adelante. ¡Tanto dinero mal empleado que nos gastamos!

Mientras tanto, me debato entre el aplauso que le tributo a los centros de corrección y rehabilitación, y el escarnio y la vergüenza que me producen los infiernos restantes.



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