Si dependiera de mí reaccionar ante la altanera y abusiva exigencia de la Major League Baseball para impedir que Cuba participe en la Serie del Caribe, yo mandara pal carajo a esos insolentes, con sus millones y todo.
Habrá que concluir que es un puro cuento eso de que el béisbol profesional de los Estados Unidos es lo más puro de ese país. Y, lo que es peor, tendremos que aceptar que, como en muchas otras áreas, la política está metida de lleno en las llamadas Grandes Ligas.
No salgo de mi asombro cuando leo y releo lo que una tal Kim Ng, vicepresidenta de operaciones de las Grandes Ligas, le ha estrujado en la cara al presidente de la Confederación del Caribe, el dominicano Juan Francisco Puello Herrera, a raíz de que se anunciara la posibilidad de que Cuba participe, a partir de este año, en la Serie del Caribe.
Ella advierte que si Cuba entra en el circuito caribeño, ningún pelotero de la organización de ligas mayores sería autorizado a participar en el torneo invernal.
Política aparte, nadie duda que la reincorporación de un equipo cubano en el béisbol del Caribe le daría a éste un brillo muy especial. Lástima que los dueños del mundo no piensen así. Mientras tanto, aspiro a estar vivo cuando eso ocurra.
No me hago ilusiones, pero ¡soñar no cuesta nada!