El Día 
El déficit de ambulancias es un problema combinado.
No hay ambulancias suficientes en los hospitales públicos y las pocas que hay debidamente equipadas son privadas y ofrecen un servicio que hay que pagar al costo del mercado.
No hay un organismo del Estado que regule la tarifa por el servicio que ofrecen las empresas privadas. Tienen un costo sin discusión los traslados de pacientes ante casos de emergencias, necesidades circunstanciales, sin que hasta la fecha haya un control oficial o cobertura de seguros para estas demandas.
El caso se agrava con cientos de ambulancias en manos impropias. Entre fundaciones, regidores, diputados y senadores hay un parque de ambulancias que circula fuera de todo control y sin ninguna norma por distintos puntos del país.
Muchas circulan y hacen labores impropias de ambulancias. El problema crece porque en su inmensa mayoría apenas circulan con un conductor improvisado y los familiares del paciente son los encargados de velar por su estado y seguridad durante el traslado.
A veces el servicio pasa al plano de carros funerarios, trasladando fallecidos sin ninguna documentación, o sin el personal a bordo entrenado, como establecen las regulaciones para tales casos. Esperemos que, a falta de una red de transporte sanitario, las autoridades puedan entrenar y disciplinar el personal de servicio que labora actualmente.
