Según una leyenda de capitaleños el mango banilejo es, en realidad, de San Cristóbal.
La primera vez que oí esta afirmación fue de boca de una banileja y cuando traté de fondear encontré que los datos suyos eran de oídas, y recogidos en la Capital.
En otra ocasión una santiaguera radicada en la Ciudad Universitaria (DN), a donde iba a menudo en mi primera época de estudiante, hizo una afirmación rotunda acerca del origen del mango banilejo en medio de una conversación sobre las variedades de frutas que voceaban los marchantes.
Los mejores, según su parecer, eran los denominados banilejos. Pequeños, sin llegar ser diminutos; dulces siempre, pero de un azúcar muy marcada en tiempo de sequía y en períodos lluviosos portadores de ciertas sorpresas proteínicas de origen animal cuando se les dejaba madurar en la mata; este mango, sin dudas, era la estrella de la conversación.
Madurados con carburo, recogidos maduros de la mata o con una inesperada carga proteínica, todos estuvimos de acuerdo en la calidad de este mango hasta como aromatizador desde una jigüera en medio de la sala.
Quise saber en la ocasión por qué decía una cibaeña que el mango banilejo es de San Cristóbal y su explicación, palabras más, palabras menos, fue como sigue: los marchantes que llegaban del sur a vender cosas en la Capital, muchos de ellos de Baní y su entorno, compraban de camino este manguito y lo vendían aquí; como eran banilejos y a los compradores les agradaba este mango, por la procedencia de los vendedores los de acá le encasquetaron el gentilicio a la fruta.
Ahora vemos que en la Cámara de Diputados ha sido aprobado, en segunda lectura, un proyecto de ley destinado a declarar al municipio de Baní “la capital de mango”. Todavía no es ley, pero está en el camino.
Y debe de merecérselo, no sólo Baní sino la provincia entera, Peravia, con una importante concentración de las inversiones en el fomento de plantaciones de esta fruta.
Toca a los sancristoberos pelear el mérito, si es que les toca, de haber identificado, temprano como en los años 50 del siglo pasado, a Baní con el mango.