- Publicidad -

- Publicidad -

Sentir al otro: la esencia perdida del ser humano

Yovanny Medrano Por Yovanny Medrano
Sentir al otro: la esencia perdida del ser humano
📷 Sentir al otro: la esencia perdida del ser humano

Este lunes damos inicio a una nueva serie titulada El poder de sentir al otro, una invitación a redescubrir la empatía como esencia del ser humano. Y no hay mejor forma de comenzar que con esta historia real, sencilla, pero profundamente reveladora.

«Una noche, durante un apagón en un barrio cualquiera de América Latina, un anciano tropezó en la oscuridad y cayó frente a su casa. Gritó pidiendo ayuda, pero nadie salía. El miedo o el cansancio parecía tener a todos encerrados tras sus puertas. Minutos después, una niña, con una linterna pequeña y sin zapatos, salió de su humilde hogar, se acercó al hombre y lo ayudó a sentarse. No era su abuelo, ni su vecino, ni siquiera lo conocía. Pero dijo algo que quedó grabado en quienes lo presenciaron: ‘No podía seguir cenando sabiendo que él estaba en el suelo‘.

En esa frase inocente se esconde un principio sagrado de la vida: la felicidad no se alcanza evitando el dolor del otro, sino abrazándolo con ternura. Aprender a ser feliz comienza, paradójicamente, cuando dejamos de pensar solo en nosotros mismos.

Sentir al otro: ¿Qué es la empatía?

La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprender lo que siente, piensa o sufre, sin necesidad de vivir lo mismo. No es lástima ni simpatía superficial: es una conexión emocional profunda, donde el corazón se abre para hacer espacio al sufrimiento o a la alegría del otro.

Existen tres formas esenciales de empatía:

  • Empatía cognitiva: entender racionalmente el punto de vista del otro.
  • Empatía emocional: resonar con sus emociones, sentir lo que siente.
  • Empatía compasiva: actuar para aliviar su dolor o mejorar su bienestar.

Sentir al otro: Ejemplos cotidianos de empatía:

  • Escuchar con paciencia a alguien que ha tenido un mal día, sin interrumpir ni juzgar.
  • Defender a quien es marginado en una conversación o espacio social.
  • Detener el paso para ayudar a alguien a cruzar la calle, aunque tengamos prisa.
  • En lugar de criticar, tratar de entender por qué alguien actúa con tristeza o ira.

La empatía no es un lujo de las almas sensibles: es una función esencial de nuestra humanidad. El filósofo Martin Buber, pensador judío-austríaco, conocido por su obra Yo y Tú (1923), enseñó que el ser humano solo se realiza plenamente en el encuentro auténtico con el otro.

El “yo” cobra sentido cuando se refleja en un “tú” que reconocemos como digno, único y valioso.
Solo cuando siento al otro descubro quién soy yo.

Les invitamos a leer: Semana Santa: Volver al principio, el sentido sagrado que olvidamos

Sentir al otro: La ciencia también ha explorado este terreno con hallazgos impresionantes

En 1996, el neurocientífico Giacomo Rizzolatti y su equipo descubrieron las neuronas espejo en la Universidad de Parma, Italia. Estos resultados fueron publicados en:

Rizzolatti, G., Fadiga, L., Gallese, V., & Fogassi, L. (1996). Premotor cortex and the recognition of motor actions. Cognitive Brain Research, 3(2), 131–141.

Estas neuronas permiten que podamos experimentar en nuestro cuerpo las emociones que vemos en otros. Si alguien sonríe, nuestro cerebro responde con una sensación positiva.
Si alguien sufre, nuestro sistema nervioso comparte su aflicción.
No es solo metáfora: es evidencia de que nacimos para conectarnos.

Además, investigaciones recientes del Greater Good Science Center de la Universidad de California en Berkeley han demostrado que la práctica de la empatía y la compasión tiene efectos fisiológicos positivos:

Keltner, D., & Simon-Thomas, E. (2018). The Compassionate Instinct. Greater Good Magazine, UC Berkeley.
Singer, T., & Klimecki, O. M. (2014). Empathy and compassion. Personality and Social Psychology Review, 18(1), 1–14.

Sentir al otro: El mensaje espiritual más transformador: Jesús

Jesús no solo habló de amor; lo encarnó en cada gesto. Tocó al leproso, escuchó al marginado, lloró con los dolientes.
Nunca fue indiferente al sufrimiento ajeno.
Y aún colgado en la cruz, pensó en el otro: en su madre, en el ladrón arrepentido, en quienes lo herían.
Su vida fue una escuela de empatía activa, profunda, comprometida.

Como dice la Escritura: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15). Y también: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).

Jesús no nos pidió admirarlo; nos invitó a seguirlo.
Y seguirlo es aprender a sentir.
Recuperar esa capacidad de sentir al otro no es solo una virtud: es una urgencia sagrada.
Es lo que le da alma a nuestras ciudades, calidez a nuestras casas y sentido a nuestras vidas.
Porque al final, la felicidad no es algo que se encuentra, es algo que se construye… con otros.

Y quizás sea esa niña descalza, con su linterna encendida en la noche, la mejor maestra que tengamos para recordarlo.

En el próximo artículo de esta serie exploraremos cómo la empatía, además de ser un valor espiritual, tiene un poder transformador sobre el cuerpo y la mente. Descubriremos lo que la neurociencia, la psicología y la medicina han revelado sobre cómo sentir al otro puede sanar también al que siente.

Te invito a seguir leyendo esta serie: porque aprender a ser feliz empieza por aprender a mirar al otro con empatía.

Les invitamos a leer: La luz que vuelve: la resurrección como renacer del alma

Etiquetas

Yovanny Medrano

Ingeniero Agronomo, Teologo, Pastor, Consejero Familiar, Comunicador Conferencista, Escritor de los Libros: De Tal Palo Tal Astilla, y Aprendiendo a Ser Feliz

Artículos Relacionados