El presidente de Zimbabue Robert Mugabe fotografiado durante un encuentro con su colega sudafricano Jacob Zuma en Pretoria el 3 de octubre del 2017. Mugabe falleció el 6 de septiembre. añorado por algunos de sus compatriotas a pesar de que dejó al país en ruinas tras cuatro décadas de gobierno. (AP Photo/Themba Hadebe, FILE)
Harare.- Los zimbabuenses amanecieron este viernes con la noticia de la muerte del veterano líder del país entre 1987 y 2017, Robert Mugabe, un hombre amado y odiado a partes iguales durante su tiempo como presidente de este Estado del sur de África.
Mugabe falleció en un hospital en Singapur, lejos del país cuya trayectoria política dominó durante casi cuatro décadas y del que, además, entre 1980 y 1987 ocupó el cargo de primer ministro.
La voz de Mugabe no se escuchaba en los medios públicos desde que fue destituido de su cargo tras un golpe militar en noviembre de 2017.
Sin embargo, este viernes por la mañana la Corporación de Radiodifusión del Estado de Zimbabue (ZBC) emitió fragmentos de entrevistas de Mugabe grabadas en la época en la que aún era presidente.
La radio aclamó al expresidente como “padre fundador” de la nación e “icono de la guerra de liberación».
Debido a la edad del exmandatario -93 años cuando fue depuesto y 95 en la actualidad- y sus achaques, la muerte de Mugabe se esperaba en cualquier momento y todo el material ya había sido preparado con mimo y cuidado por los medios públicos mientras aún ostentaba el cargo de presidente de la República.
Tras ser derrocado y reemplazado en el poder por su exvicepresidente, Emmerson Mnangagwa, Mugabe se retiró de la vida pública y política, pasando la mayor parte de su tiempo en su mansión de Harare o en el extranjero y recibiendo ayuda médica en un hospital de Singapur por una enfermedad no revelada.
Las políticas de Mugabe fueron criticadas y consideradas las responsables de gran parte de los problemas actuales que atraviesa el país y, aunque las opiniones son dispares, en las calles la noticia de la muerte del nonagenario exmandatario pareció provocar más compasión que rencor.
“Lo recordamos. Es un día triste para Zimbabue ”, dijo a Efe James Nhema, un jardinero que trabaja en un barrio residencial de lujo en el norte de Harare.
“Me pregunto si será enterrado en el Acre de los Héroes Nacionales. Escuché que no quería ser enterrado en ese lugar”, comentó el hombre de 30 años, en alusión a un santuario nacional donde se inhuman los restos de los últimos iconos de la guerra de independencia de los años 70 contra el Gobierno de la minoría blanca.
Durante su mandato, Mugabe presidió numerosos funerales en aquel lugar y esas ocasiones normalmente le proporcionaron una plataforma para atacar a los considerados “enemigos” de su partido, en su mayoría naciones occidentales y el opositor Movimiento por el Cambio Democrático (MDC).
A pesar de todo, tradicionalmente, los zimbabuenses evitan hablar mal de los muertos, incluso los opositores. En un comunicado, el líder del MDC, Nelson Chamisa, se refirió a Mugabe como “un gigante” y describió su fallecimiento como “un momento oscuro” para la familia Mugabe.
“A pesar de que yo, nuestro partido, el MDC, y el pueblo de Zimbabue tuvimos grandes diferencias políticas con el difunto expresidente durante su mandato y no estuvimos de acuerdo durante décadas, reconocemos su contribución durante su vida como presidente fundador de la nación”, declaró Chamisa.
El exministro de Educación y crítico de Mugabe desde hace mucho tiempo David Coltart dijo que ha dejado un legado positivo a través de su papel histórico en el fin del Gobierno de la minoría blanca y la extensión de la educación a la mayoría negra. Pero también manifestó que la muerte de Mugabe no supone el “fin de una era».
“Lamentablemente, los aspectos negativos de su legado (violencia, falta de respeto al Estado de derecho, corrupción y abuso de poder) viven en el nuevo régimen que lo derrocó en el golpe de 2017”, aseguró Coltart. Esta declaración refleja los sentimientos encontrados que persisten en esta nación del sur de África.
Muchos, especialmente los que están fuera del país, elogian a Mugabe como un panafricanista que se enfrentó a Occidente y ayudó a corregir los males del pasado colonial de Zimbabue, como la desequilibrada propiedad de las tierras agrícolas.
En el año 2000, Mugabe decidió confiscar las granjas que eran propiedad de unos 4.000 blancos para transferirlas a decenas de miles de nuevos granjeros negros, lo que también desencadenó una crisis económica que Zimbabue todavía arrastra.
Su sucesor, Mnangagwa, ha heredado la difícil tarea de tratar de estabilizar la economía tras años de corrupción y mala gestión en los tiempos de Mugabe.
Pero también son muchos quienes señalan que Mnangagwa, de 76 años, se apresuró igualmente al adoptar algunas de las estrategias de su predecesor, algo que se ha evidenciado en la dura represión de las protestas de la oposición en los últimos meses.
El actual presidente del país regresó este viernes a Harare tras interrumpir su participación en una reunión del Foro Económico Mundial para África que se celebra en Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
Es probable que Mnangagwa declare a Mugabe “héroe nacional” y en algún momento anuncie los preparativos para el entierro. Pero, aunque ya el expresidente no esté, Zimbabue aún tendrá que vivir con las consecuencias de sus controvertidos años de Gobierno.