 
Cuando se habla de filosofía estoica, esa que como objetivo enseña a vivir con la razón, en apego y armo
nía con la naturaleza, y cuyos principios abrazan la virtud como único bien, el control de las pasiones, la aceptación del destino y la búsqueda constante de la independencia interior, ha tenido varios exponentes que han trascendido en tiempo y espacio: uno de ellos es Séneca.
Lucius Annaeus Séneca, mejor conocido como “Seneca el Joven”, nació en el año 4 a.C., en Hispania—donde actualmente se encuentra España—.
Seneca se desarrolló en el seno de una familia culta y acomodada. De joven, su padre lo llevó a Roma donde recibió una amplia formación en filosofía, retórica y literatura. En el esplendor de su juventud mostró un marcado interés por la filosofía estoica, especialmente por las ideas relacionadas a la
autodisciplina, el control interior y la reciedumbre para confrontar y aceptar el destino.
Séneca, el político
Durante el reinado de Calígula, Séneca se convirtió en senador y orador de amplio reconocimiento. Su elocuencia y brillantez se volvieron en su contra al despertar celos en la estructura gobernante. Fue acusado de conspirar y, bajo el mandato del emperador Claudio, tuvo que exiliarse en Córcega entre los
años 41 y 49 d.C.
La influencia de Agripina, esposa del emperador Claudio, contribuyó a que la suerte obrara a favor de Séneca, haciéndolo retornar a Roma con el único objetivo de educar a su hijo, el pequeño Nerón. Para el año 54 d.C., Nerón subía al trono con el equilibro emocional y el apoyo moral de Séneca como consejero principal y, logrando en esos primeros años de gobierno, buen juicio y moderación en las decisiones adoptadas.

Empero, conforme avanzaba el tiempo, en Nerón la bohnomía se volvía tiranía y la actitud paranoica era cada vez más evidente. Séneca rechazaba la corrupción moral del podewr, y por ello, planteó la retirada de la vida pública, en absoluto y pleno rechazo a las formas malsanas que degeneraban el ejercicio de ese gobierno.
Las cartas a Lucilio
Durante su retiro en Roma, en la postrimería de su vida, entre el año 62 y 65 d.C., Séneca escribió 124 cartas morales, divididas en 20 libros, a su amigo, discípulo y procurador de Sicilia, Lucilio Junio.
Las cartas contienen profundas reflexiones sobre la vida, el cuerpo, el espíritu, los privilegios de la vejez y la preparación para la muerte; para Séneca, “el hombre sabio no es el que almacena conocimientos y citas en la memoria, sino el que sabe convertirlos en claridad interior y en acción exterior, en una existencia virtuosa y plena, alcanzando la verdadera sabiduría, que es el arte de la vida”.
Séneca, virtuoso de la filosofía estoica, le manifiesta, a través de una epístola a su discípulo: “mientras aplazamos los eventos y las decisiones, la vida transcurre. La ambición de acumular cosas y riquezas va en detrimento de la realización del ser”. En ese mismo orden de ideas, dice: “no es pobre el que tiene poco, si no el que ambiciona más”.
Su diáfana comprensión sobre el estoicismo lo llevó a expresar que, “la filosofía es, pues, la sabiduría y esta debe ser el arte de la vida ejercida con plenitud. De ahí que debamos buscar primero la sabiduría antes que la riqueza.
Sólo la sabiduría proporciona un gozo permanente”. Dijo además: “la filosofía se apoya en las obras y no en las palabras. Hay que seguir los principios de la naturaleza”.
Séneca desarrolló, a lo largo de su vida, un extenso y pulcro sentido sobre el valor de la amistad y los amigos, por eso, muchas de las cartas a Lucilio reivindican esa condición, dice: “Lucilio, la honestidad es la cualidad óptima de la razón”. En otra de las cartas manifiesta: “No existe nadie que haya poseído buen juicio antes que la insensatez.
El mal nos posee a todos por adelantado: aprender la virtud es desaprender de los vicios”. 
El estudio sobre Séneca nos lleva a comprender la agudeza de su análisis sobre aspectos fundamentales de la vida que, miles de años después, se mantienen inalterables. En las cartas a Lucilio establece: “Ningún pintor, por más que tenga los colores a punto, logrará obtener un retrato, si no tiene bien fijado lo que pretende pintar”.
El final de una vida estoica Mientras se descubría, en el año 65, una conspiración para asesinar a Nerón conocida como la Conspiración de Pisón, en un espacio de autoexilio y reflexión, Séneca pasaba sus últimos días escribiendo sobre sus experiencias, convicciones y propósitos de vida.
Aunque nunca se probó su participación en dicho acontecimiento, el nombre de Séneca fue mencionado
por los delatores y esto fue utilizado por un Nerón enloquecido que, habiendo ordenado el asesinato de su propia madre, Agripina, quiso deshacerse también de su antiguo maestro.
El mensaje imperial fue preciso: Séneca debía suicidarse. Séneca, con la serenidad, la certidumbre y la calma estoica que siempre le acompañaron y con la que predicó toda su vida, aceptó su destino. El filósofo se abrió las venas de los brazos y las piernas, y al ver que la sangre fluía lentamente, debido a su edad, bebió veneno, como lo hizo siglos atrás Socrates.
Finalmente, entró en un baño caliente, donde el vapor le quitó la vida.
Séneca murió sin odio ni rencor, pronunciando palabras de consuelo a sus amigos, exhortándolos a la virtud, recordando sus cartas cuando se refería a la muerte: “No hay nada que no conozca su decadencia; morimos cada día, no es la hora en que morimos laque causa la muerte, ella sólo la con suma, sino todas las horas pasadas”.
 
                                             
                     
                             
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
