Siete meses habían pasado desde el desplome del turismo en la RD. Urgía vacunar a la población para consolidar la recuperación en curso.
Gobierno y empresariado buscaron los recursos y pagaron por adelantado a la Pfizer y AstraZéneca por las dosis requeridas.
AstraZéneca no cumplió con su contrato. La Pfizer entregó las suyas con varios meses de retraso. Pero a la recuperación no la paró nadie. El gobierno compró vacunas chinas para iniciar puntualmente el programa de vacunación.
Entonces como ahora la RD supo ejercer su soberanía en política exterior, demostrando la importancia que tiene llevarse bien con todos.
La política exterior dominicana demostró su coherencia con la política económica.
Superada la pandemia, el mundo todavía sufre sus secuelas.
Crisis bancarias en los EE. UU. por el aumento de las tasas activas de interés sin que las pasivas ofrezcan rendimientos aceptables, provocando retiros masivos de depósitos.
Cadenas de suministro perturbadas de combustibles y minerales críticos para fabricar productos estratégicos en la defensa, la electrónica y la salud.
La guerra de Ucrania continúa impulsando la inflación de alimentos y combustibles.
El cambio climático calienta los océanos, alimentando huracanes más frecuentes e intensos, elevando la acidez del mar, fertilizando las algas del sargazo y matando los corales.
En los 1980s, el consenso de Washington promovía la liberalización de los flujos de bienes, servicios y capitales para crear empleos allí donde más eficiente resultara invertir al empresario.
Esa búsqueda de la eficiencia estuvo detrás del éxito dominicano en captar inversiones en zonas francas.
Ahora, en los 2020s, la nueva doctrina Biden propugna por la seguridad económica para la resiliencia.
Porque crear empleos fuera a costa de eliminarlos dentro es insostenible políticamente.
Porque crear empleos dentro cuando hay que eliminar el uso de los combustibles fósiles requiere nuevas industrias limpias que, hasta ahora, sólo prosperaban en ciertos países asiáticos y europeos.
Porque resistir choques similares al de la pandemia o al de la guerra de Ucrania demanda contar –dentro del país o en países amigos– con suministros de esos insumos, productos y servicios críticos para la defensa, la electrónica y la salud, así como para la transición energética en la generación eléctrica y los transportes.
El asesor de seguridad nacional estadounidense, Jake Sullivan, lo enumeró con lucidez en su discurso ante la institución Brookings del 27.4.2023.
En lo adelante, sembrar seguridad económica requerirá construir capacidades en sectores que sean críticos para el crecimiento, estratégicos para la seguridad nacional y en los que el empresariado no hubiera estado hasta ahora interesado en invertir.
Demanda además una política industrial con “inversiones públicas en áreas que potencian el poder y la creatividad” del empresariado, “sentando las bases del crecimiento de largo plazo”.
De lo que se trata es de atraer la inversión privada en áreas nuevas, no de reemplazarla, para renovar la producción, regionalizar la globalización y hacerla menos imprevisible.
La doctrina Biden ya beneficia a la RD. Es uno de esos países amigos que acoge inversiones provenientes del Asia para acercarse más a sus mercados de destino.
Sembrar seguridad económica también en la RD podría ser el nuevo norte de nuestras políticas públicas.