Una parte importante de quienes ya están saliendo de las ciudades con ocasión de la Semana Santa se va a campos y montañas en busca de algo diferente o para ponerse en contacto con lugares en los que pasó una parte de la infancia y la adolescencia.
Esta eventualidad debe ser del interés de los responsables ambientales, que en estos días enfrentan un serio desafío con los incendios forestales.
Y no es que los vacacionistas sean incendiarios, es que al desplazarse a los ambientes rurales fuman, cocinan con leña y en algunos casos hacen fogatas para pasar la noche en lugares abiertos o en casas de campaña.
En estas acciones hay un cierto riesgo forestal, vista la resequedad de la maleza, la yerba, las hojas tiradas por los árboles en este ya extendido período sin lluvias, y la madera.
Como consecuencia, puede ser oportuno agregar a los consejos contra las intoxicaciones, los excesos de velocidad y la ingesta de bebidas espirituosas en exceso, guardarse de hacer fuego en lugares donde pueda generarse un incendio, no tirar colillas y evitar las fogatas.
Incendios hemos tenido bastantes, algunos pequeños, como en las comunidades cañeras, pero inquietantes para quienes en algunos casos tienen que abandonar sus casas huyendo de la humareda y colaborar con el personal de Medio Ambiente para evitar que las llamas se desplacen por los pastizales y los montes.
Si hasta ahora hemos tenido daños intencionales en los fuegos forestales, como lo prueba la información sobre la detención de decenas de personas a las cuales se les vincula a estos hechos, evitemos la multiplicación por contingencias.