*Por Víctor Féliz
A veces me pregunto: ¿qué sería de los ejecutivos de hoy en día, sin un “WhatsApp” para poder recibir y enviar mensajes mientras pierden un valiosísimo tiempo en los embotellamientos de la capital? ¿Cómo se harían sin una laptop y sin internet inalámbrico para poder mantenerse al día mientras almuerzan en restaurantes o toman un café al final de la tarde?
Por la actividad profesional y debido al ritmo de vida que llevamos los componentes de la clase media para poder sostener nuestras familias, pasamos prácticamente el 60% de nuestro tiempo laboral en las calles de la ciudad. En nuestro país, así como en todo el mundo, prestar algún servicio a clientes conlleva el mayor y mejor de los esfuerzos debido a la competitividad que existe en todas las actividades de negocios.
Confieso que a mí me pasa igual que a todos, paso horas y horas en las calles, buscando atajos y moviéndome por donde quiera, evitando todos cuantos obstáculos se me atraviesen para poder cumplir mi agenda que usualmente es apretada. Pero también debo confesar que tengo mucho temor de tomar algunas de las avenidas y calles principales, pero no por los embotellamientos, ni por los miembros de DIGESETT, ni por los carros del transporte público, ni mucho menos por las “guaguas voladoras”; mi temor radica en los “padres de familia” que comercializan todo tipo de cosas en las esquinas.
Como tránsito por allí siempre y hasta varias veces en un mismo día, esos “humildes” señores piensan que somos amigos. Me tocan el vidrio, me conminan a que les compre algo para “ayudarlos” (como si necesitara un cargador de celular a diario). El acoso es tal, que he cambiado de ruta para evitarlos, sin embargo, a esta curiosa lista se han agregado en los atajos que tomo los famosos limpiavidrios.
Estos peculiares personajes se han convertido en una plaga. Son indeseables, irrespetuosos, agresivos y para colmo “indocumentados”. No les importa si el vidrio está limpio o el auto recién lavado, hay que limpiarlo obligado. Vivo con sobresalto cada vez que llego a una esquina y el semáforo está en rojo, debo estar atento pues hasta te abren las puertas. En la avenida Padre Castellanos hay uno que tiene una piedra de extraordinarias proporciones que te “intimida” a darle una limosna a cambio de no tirarte el “peñón” que tiene en las manos.
Es entendible que el gobierno municipal tiene muchas cosas en su carpeta de trabajo, que la policía está ajetreada buscando disminuir la percepción de la delincuencia, la Dirección General de Migración está concentrada en la frontera y en los aeropuertos, pero esta epidemia hay que detenerla de manera que no se siga abultando la descomposición social y el desorden en la patria de todos.