¡Seamos prudentes!
Si los buenos deseos y las palabras propiciatorias han de ejercer algún efecto en la voluntad de los miles de vacacionistas que salen desde ayer a las carreteras, y de otros tantos que se quedan en las grandes ciudades por precaución o por necesidad, la de este año está llamada a ser una Semana Santa con muy pocas víctimas.
Visto de esta manera, solo restaría que los montañistas, bañistas, bebedores y comilones, hagan su aporte de sensatez para no ser el lunes una cifra en las estadísticas de las bajas y para que el año que viene, Dios mediante, puedan tener una nueva oportunidad de vivir unas vacaciones de Semana Santa.
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Desde luego, siempre son más, muchos más los que regresan sanos, salvos y con muchas anécdotas para contar en las ahora activas redes sociales de la internet, así como a sus amigos y familiares, pero algunas decenas pasan a llenar las listas de lesionados gravemente, o de finados y, francamente, esto no debiera suceder.
La conducta de imitar es la de los recogidos, que cumplen con el llamado de su iglesia, si es que se congregan, y si alguna consecuencia sufren de este corto pero agitado período —que no es más que un fin de semana extralargo— se salda con un empacho, o acaso con una ligera crisis diabética.
Pero en raras ocasiones los partidarios de la moderación son hallados en la lista del lunes de bajas y lesionados, o en la de ausentes de sus obligaciones en el inicio de la semana.
El mundo no termina la semana que viene. ¡Seamos prudentes!
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