San Juan.- Los científicos marinos observan con preocupación el escaso paso de ballenas jorobadas por la oeste de Puerto Rico durante esta temporada, algo que explican por el retraso de la llegada del invierno en el norte del Océano Atlántico.
Y es que según dijo hoy a Efe la bióloga marina del Programa de Rescate de Mamíferos Marinos del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) local, Grisel Rodríguez Ferrer, el periodo normal de la visita de las ballenas a la isla suele ser entre noviembre y abril, pero este año no se ha visto pasar a ninguna hasta hace dos semanas.
“La llegada de las ballenas se ha atrasado”, confirmó Rodríguez sobre el primer avistamiento registrado por el DRNA el pasado 26 de enero, cuando unos pescadores vieron algún ejemplar pasar por el Canal de la Mona, que separa República Dominicana y Puerto Rico.
“Eso es bien tarde, porque hace tres años el primer avistamiento fue el 31 de octubre”, recordó Rodríguez, quien además trabaja con el delfín de hocico blanco, y es estudiante doctoral de mamíferos marinos en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez.
Rodríguez dijo que además del primer avistamiento en Puerto Rico el pasado día 26 de enero, se han reportado otros en el islote occidental de Desecheo, frente a la localidad de Isabela, en la costa noroeste.
“Esperamos que vengan más animales, pues el año pasado fue bien positivo”, apuntó la bióloga sobre los alrededor de cien avistamientos de ballenas registrados en la temporada anterior alrededor de todo Puerto Rico, aunque en su mayoría en la zona noroeste, específicamente por el municipio de Rincón.
La experta añadió que el DRNA se mantiene en comunicación constante con otros científicos, organizaciones sin fines de lucro y grupos de República Dominicana que se dedican a tomar datos de las especies que avistan por su zona.
Explicó que la demora en la llegada de las ballenas jorobadas a la isla caribeña es porque “el invierno llegó más tarde” al Atlántico Norte.
“Cuando allí las aguas están bien frías necesitan llegar a aguas más cálidas, como las del Caribe, para copular».
Según Rodríguez, “la teoría científica” que explica por qué estos mamíferos marinos se mudan a aguas más tropicales todos los años se basa en que se trata de animales que nacen con poca grasa y no resiste mucho el frío de las regiones del norte.
La bióloga detalló que los machos son los primeros que llegan a la zona desde las aguas del este de Estados Unidos, Noruega o Groenlandia. “Los machos van solos cantando para marcar su territorio, como el coquí (pequeña rana endémica de Puerto Rico).
El macho más exitoso se identifica por los patrones de las canciones cantan en ese periodo, en el que compiten entre ellos para emparejarse”, especificó.
Algunos de estos animales merodean también por la costa sureste de la República Dominicana, específicamente por la bahía de Samaná, una zona que, junto al Banco de la Plata y el Banco de la Navidad, en el norte, forman un santuario de mamíferos marinos.
Las ballenas jorobadas pueden llegar a medir hasta 50 pies (15 metros) de largo, sus aletas son blancas, alcanzan pesos de hasta cinco toneladas y no tienen dientes, por lo que para comer recogen todo el agua posible en la boca y de ahí filtran el alimento.
La ballena jorobada, cuyo nombre científico es Megaptera novaeangliae, fue incluida en la lista estadounidense de especies en peligro de extinción en 1970.
La Ley de Observación de Ballenas establece que la distancia mínima para observar a las ballenas desde una embarcación -una actividad que atrae cada vez más turismo en la región- ha de ser de al menos cien metros.
Cuando se trata de dos embarcaciones o más, la distancia para observarlas debe ser de cuatrocientos metros, al tiempo que si se trata de una madre con una cría los vehículos no pueden si quiera acercarse.
El hostigamiento a estos mamíferos marinos es regulado por leyes estadounidenses y puertorriqueñas, así como de otros países, y los implicados pueden ser castigados con multas de hasta 50.000 dólares e incluso un año de cárcel.