La Liga Nacional de Baloncesto es uno de los proyectos deportivos mejor concebidos desde sus orígenes, a tal punto que nadie, absolutamente nadie, podía imaginar que pudiera sufrir un descalabro, porque todo estaba bien orquestado, parecía no había forma de desafinar.
Sin embargo, ese programa precioso en el papel ha estado encontrando obstáculos que a veces parecen insalvables, para algunos, por falta de previsión de sus organizadores.
Uno de los principales errores es la falta de identificación de los fanáticos con las franquicias, con apenas tres excepciones, Santiago, La Vega y San Francisco de Macorís.
Otro factor es que los equipos están, en su mayoría, huérfanos de identificación de los aficionados con los jugadores estelares, que en casi todos los casos aparecen y desaparecen de un año a otro.
Es decir, no hay muchos jugadores franquicia que se constituyan en líderes locales.
Hasta la fecha por lo menos dos equipos, Huracanes del Atlántico y Titanes del Distrito, han “recesado” , mientras otros han transitado como caminantes sin brújula en un desierto.
Por lo menos en la capital, el principal mercado en todos los aspectos, los aficionados del básket no han mostrado interés de presenciar los encuentros, lo que se traduce en falta de seguimiento por parte de la prensa en general.
Todavía hay tiempo para que ese proyecto salga adelante, que no colapse, si se toman medidas para evitar tantos yerros.
Anoche inició otra versión, con la participación de los Indios de San Francisco, Metros de Santiago, Leones de Santo Domingo, Soles de Santo Domingo Este, Cañeros de La Romana y Reales de La Vega. Ojalá que todo salga a pedir de boca, porque, se menean… o se apean.