Contrario a lo que se suponía debió hacer un partido liberal como en su momento se autoproclamaba, y en sus inicios así fue, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) reprodujo desde el poder los vicios propios de gobiernos despóticos y conservadores.
En lugar de impulsar reformas que afianzaran las instituciones y la democracia en el país, el PLD usó a su antojo el poder que le delegó la mayoría de los votantes durante 16 años consecutivos.
De 2004 hasta 2020, el PLD controló todos los resortes del poder en el país: Poder Ejecutivo, el Senado, la Cámara de Diputados, la Suprema Corte de Justicia, el Tribunal Superior Electoral, Superior Administrativo, el Tribunal Constitucional y, por supuesto, la Junta Central Electoral.
Pero tanto poder no hizo más que envanecerlos. Se embriagaron de poder, al punto que llegaron a creerse invencibles e insustituibles. La arrogancia fue su sello distintivo, hasta que llegó el 5 de julio.
Desplazado del palacio por una sociedad decidida que recorrió las calles, llenó las plazas y se manifestó incluso desde los balcones, el PLD grita ahora como un niño indefenso. Pide que no desacrediten a los exfuncionarios y, como quien quiera salir rápido de un parto, pide que en lugar de denuncia sometan a la justicia de una vez por todas, si es que tienen alguna prueba.
¿Valentía o desesperación?, quién sabe.
Mientras el PRM y el presidente Abinader por un lado y Leonel Fernández y su Fuerza del Pueblo por el otro abogan públicamente por una Junta Central Electoral independiente, el PLD calla. Saben que no tienen moral para pedir ni una cosa ni la otra.
Es cierto que antes que ellos, Balaguer y el PRD impusieron una JCE integrada mayoritariamente por gente suya. Pero uno esperaba que el PLD fuera precisamente la negación de esa perversa tradición. Cada vez que pudo, el PLD impuso su Junta.
Por eso ahora hay quienes, quizá con razón, sostienen que los peledeístas se merecen que el PRM y la Fuerza del Pueblo se pongan de acuerdo e impongan una Junta dejándolos fuera a ellos. Pero eso sería un error.
No por viejo ni por mucho repetir un error deja de serlo.
La sociedad dominicana tiene que avanzar, incluso a contrapelo de ciertos líderes miopes que una vez subido en el palo, se creen predestinados y autorizados a adecuar la Constitución a sus particulares ambiciones.
La sociedad dominicana aspira a tener una Junta Central Electoral integrada por personas honorables, independientes, libres de toda sospecha. No es cierto que aquí no hay personas serias fuera de los partidos, al contrario.
Por eso alienta la disposición de una parte del liderazgo nacional de escoger para miembros de ese organismo a personas que más allá de las naturales simpatías personales no tengan lazos que los aten a determinadas estructuras partidarias.
Más de uno diría que si el PLD impuso su Junta, que ahora se le haga lo mismo. Es cierto que se lo merecen… pero no. No sería lo correcto. Avancemos.