“Se busca vivo o muerto”…Ellos sabían que para detener a Plinio lo tendrían que matar

“Se busca vivo o muerto”…Ellos sabían que para detener a Plinio lo tendrían que matar

“Se busca vivo o muerto”…Ellos sabían que para detener a Plinio lo tendrían que matar

“Candado”, un teniente nativo del municipio de Cabral y que trabajaba para los servicios de inteligencia del gobierno de Balaguer, mantenía “sin ningún sigilo y casi a la vista de todos”, una “estrecha vigilancia” a la casa del diputado reformista, doctor Juan Esteban Olivero Féliz.

Al parecer los servicios de seguridad del Estado habían ubicado allí, oculto en el hogar del legislador al doctor Plinio Matos Moquete, entonces el hombre más buscado “vivo o muerto”.

“La captura de Plinio Matos Moquete era una orden impartida en estos organismos (de seguridad), ya él se les había escapado en más de una ocasión”, relata Olivero Féliz en su libro “Balaguer…anecdotario de humor político”.

“Les fueron estrechando el cerco y se daba por un hecho que lo capturarían en cualquier momento, vivo o muerto, dado que nuestro país no es tan grande y no hay tantos lugares en donde esconderse”, agregó.

Se rumoreaba en aquel tiempo que “Plinio se escondía en casas de amigos”. “Sé de algunos que le dieron refugio, y yo fui uno de ellos”, exteriorizó.

Olivero Féliz manifiesta que Plinio acudió a él como amigo de su familia (los Matos Moquete y Matos Ogando, de Tamayo). “Y como amigo de esa familia, no podía negarme”. “Decidí ocultarlo en mi casa en el sector Alma Rosa, en la zona oriental de la ciudad”, apuntó.

Precisó que: le dio refugio “amparado por demás, en mi calidad de diputado al Congreso Nacional y reconocido jerarca del gobierno de Balaguer, amigo suyo y vocero del Partido Reformista en la Cámara Baja”.

Se consideró “una figura importante de esas fuerzas que perseguían a Plinio Matos”.

“Los organismos de seguridad tenían la información de que desde mi casa, él continuaba impartiendo instrucciones a sus seguidores, desde mi teléfono familiar”, narra el legislador oficialista.

Y acotó: “Las Fuerzas Armadas dispusieron una vigilancia permanente a mi hogar, de lo cual me percaté cuando vi a un teniente nativo del municipio de Cabral, a quien llamábamos Candado, acompañado de otros hombres, que cada noche se apostaba próximo a la casa”.

“Una de esas noches-dijo Olivero Féliz-me le acerqué y le dije:

“Candado, ¿qué tú buscas por aquí? Me dijo: Nada, mi tierra…usted sabe que yo soy guardia y tengo mis encargos y a veces me doy mis vueltecitas por aquí, pero no hay problemas, diputado, duerma tranquilo”.

Olivero Féliz dijo que le aclaró entonces a Candado que la que vigilaba era su casa, “donde vivían mi mujer y mis hijos”.

“Nunca se atrevieron a entrar a mi casa a apresar a Plinio. Además, sabían que a la hora de detenerlo lo tendrían que matar, porque Plinio era un hombre muy decidido y radical”, apuntaló el ya fenecido legislador.

La generación actual, que vive en un ambiente de cuasi normalidad democrática y un ambiente político sin persecuciones, no vivió aquella época de acechanzas, muertes, apresamientos, torturas y desapariciones durante el periodo de los primeros 12 años del régimen de Joaquín Balaguer, proclamado irónicamente por sus opositores, tiempo después de su muerte, como el “Padre de la democracia” en el país.

En el libro Olivero Féliz explica que tanto Plinio como su hermano Manuel Matos Moquete, éste último también dirigente revolucionario y Premio Nacional de Literatura 2019, eran hijos de don Fabián Matos de la Paz, “un prominente y reconocido balaguerista que gozaba de un gran aprecio del líder”. Yo añadiría que era también un ferviente y devocionario trujillista.

Significó que como “en las familias largas siempre hay de todo y, para el tema que nos interesa, de todas las ideologías”. Recordó que “dos de los Matos Moquete habían muerto durante la revolución del 65 (Siro, médico, y Rafael “Fellito”, agrónomo)”.

“Otros dos, Manuel y Plinio Matos Moquete, tomaron la línea del antibalaguerismo, que era una posición política muy cerca del castrismo, muy de moda en ese entonces”.

Expresa que Plinio incluso organizó un movimiento político-militar con el cual “enfrentó a las fuerzas regulares y el orden establecido”.

“Como consecuencia de esto, todos los organismos de seguridad del Estado tenían instrucciones precisas de someter al orden a Plinio y a su grupo”, estableció Olivero Féliz.

Nivar quería entreguen a Plinio

“En una ocasión recibí una reprimenda del general Eladio Marmolejos Abreu, fallecido, quien me recriminaba el hecho de proteger a un criminal”, narra Olivero Féliz. Y agrega:

“También el general Neit Rafael Nivar Seijas, siendo jefe de la Policía, me invitó a su despacho. Neit y yo no éramos grandes amigos, pero nos conocíamos y algunas veces estuve en su finca en El Higüero, donde practicábamos el tiro al blanco y compartíamos tragos con algunas féminas”.

Indicó que en su oficina Nivar Seijas “me reclamó que yo no había querido entregar a Plinio Matos Moquete, y que tenía conocimiento de que estaba en mi casa”.

“Le contesté de esta forma: “General, lo primero que debo advertirle es de que Plinio no es un hombre de entregarse ni de que lo entreguen, hay que tener mucho cuidado porque es una situación sumamente difícil”.

“Pero usted es compromisario del gobierno”-me dijo- “y está protegiendo a un delincuente”.

Al respecto, Olivero Féliz refirió que ya en el país se habían producido muchas muertes atroces, como la de Amín Abel Hasbún, Pichirilo, entre otros; gentes que –deploró- “habían sobrevivido a la revolución de 1965, y cayeron después”.

Lo vamos a coger como sea, vivo o muerto

Nivar Seijas afrontó entonces al legislador y no de buena manera:

-“Pues usted va a tener que entregarlo, porque si no, lo vamos a coger como sea, vivo o muerto”.

Y le dije: “Bueno general, si usted quiere puede hacerlo, ahí está mi casa y en ella están mis hijos y mi mujer. Lo que puedo asegurarle es que yo no lo entrego, aunque soy un reconocido balaguerista, como usted, y soy un hombre que no comparte las actuaciones de Plinio Matos”.

El general insistió, quiso intimidarme, y le dije de manera firme:

-“Pues mire general, le voy a decir por qué no lo entrego: si se produce la muerte del doctor Matos Moquete, los primeros en lamentarlos serán sus familiares, y probablemente el doctor Balaguer también lo va a lamentar, porque el papá del doctor Matos es amigo y compadre del presidente, y algunos de los hermanos del doctor Matos Moquete son también reconocidos simpatizantes del doctor Balaguer”.
Y subrayó:

“En mi caso personal, Plinio no es solo mi amigo, compañero de estudios, sino además mi cuñado, ya que tengo dos hijas de mi primer matrimonio con una de sus hermanas. Finalmente, le voy a decir la razón más poderosa: porque no pretendo hacerme héroe a cambio de la sangre ajena, contrario al temperamento de los servicios de seguridad”.
“En consecuencia, usted sabrá lo que tiene que hacer”, dijo enfático el legislador reformista.

“Después de esa conversación con el jefe de la policía, y sabiendo lo que podía venir, no esperé la noche, sino que antes de que llegara “Candado” metí a Plinio en el baúl de un carro Chevrolet Impala que tenía, con placa oficial (muy bajita, creo que 076) y salí de Alma Rosa hacia el área de la Benito González, entonces muy comercial, y en una esquina muy concurrida detuve el auto, abrí el baúl desde el asiento del conductor, cuando bajé a despedirme de Plinio ya éste se había escurrido. Pasaron muchos años sin volver a verlo”.

Plinio está vivo, pero en una situación de salud que no le permite recordar aquella peripecia en una de las tantas veces que tuvo su vida en peligro.

Pero sí familiares de éste me confirmaron la existencia de aquel escondite en aquellos duros momentos en que luchaba no solo por el país, sino por su vida y que lo perseguía la muerte.