En sentido general la precampaña ha venido desarrollándose de manera cívica, por lo que hasta ahora los precandidatos y sus seguidores han dado muestra de que han superado tiempos en los que parecía que cada contienda electoral presagiaba una guerra.
Las pasiones no se han desbordado, aunque ha habido un intenso proselitismo por parte de los principales precandidatos.
La Junta Central Electoral ha corrido sin mayores dificultades, aunque todas sus decisiones son motivo de comentarios variopintos.
Al aprobarse una ley que convertía las primarias en una especie de elecciones generales adelantadas, lo más lógico era esperar que la atención nacional estuviera centrada en ese proceso en la medida en que se acerca la fecha programada para su realización.
Esperamos que en los últimos días, cuando las tensiones se incrementan, se mantenga la cordura que hasta ahora han exhibido los grupos políticamente enfrentados.
Se trata de una contienda en la que cada cargo en disputa tiene varios aspirantes y solo uno resultará ganador.
Por primera vez esos procesos internos tienen a la Junta Central Electoral como administrador y árbitro, rol que ella no pidió, sino que le fue impuesto por ley.
Hay que respetar al árbitro, acatar las reglas del juego, escrutar con pulcritud y someterse a la voluntad de la mayoría.
