Hace dos siglos, Sarah Baartman murió tras pasar años apareciendo en ferias de fenómenos humanos europeas. Ahora, el rumor de que posiblemente su vida inspire una película de Hollywood está generando una polémica.
Sara Baartman falleció el 29 de diciembre de 1815, pero el show continuó.
Su cerebro, esqueleto y órganos sexuales siguieron exhibidos en un museo de París hasta 1974. Sus restos no fueron repatriados y enterrados por 187 años. Sólo llegaron a su último lugar de reposo en 2002.
Fue llevada a Europa aparentemente bajo falsas pretensiones por un doctor británico; le dieron el nombre artístico de «la Venus Hotentote» y la convirtieron en una atracción circense en Londres y París, donde se invitaba a las multitudes a observar su enorme trasero.
Hoy en día es considerada por muchos como el epítome de la explotación y el racismo colonial, de la cosificación y ridiculización de las personas negras.
Rumores
Recientemente, empezó a correr el rumor de que la artista Beyoncé está planeando escribir y protagonizar una película sobre Baartman.
A pesar de que los representantes de la cantante han negado que sea cierto, el mero murmullo ha sido suficiente para provocar preocupación.
Jean Burgess, jefe del grupo Khoikhoi -la etnia del África del sudoeste de la que provenía Baartman- argumentó que Beyoncé no cuenta con «la dignidad humana básica para ser digna de escribir la historia de Sara, menos aún para interpretarla».
Sin embargo Jack Devnarain, presidente del Sindicato de Actores de Sudáfrica, declaró que los cineastas tienen «derecho a contar la historia de personas que les parecen fascinantes y tenemos que cuidarnos de oponernos a eso».
Incluso al negar cualquier vínculo con una película, el representante de Beyoncé dijo: «Esta es una historia importante que debe ser contada».
La historia
La vida de Baartman estuvo plagada de penurias.
Se cree que nació en la Provincia Oriental del Cabo de Sudáfrica en 1789.
Su madre murió cuando ella tenía dos años y su padre, un arreador de ganado, falleció cuando ella era adolescente.
Empezó a trabajar como empleada doméstica en Ciudad del Cabo luego de que un colono holandés asesinó a su pareja, con quien había tenido un bebé que murió.
En octubre de 1810, a pesar de ser analfabeta, supuestamente firmó un contrato con el cirujano inglés William Dunlop y el empresario Hendrik Cesars, en cuyo hogar trabajaba, el cual decía que viajaría a Inglaterra para aparecer en espectáculos.
La atracción
Si bien el contrato siempre ha estado en duda, lo que sí es cierto es que cuando fue exhibida en un establecimiento en Piccadilly Circus, en Londres, causó fascinación.
Y lo que hacía que Baartman cautivara a tantos: sus nalgas, las cuales eran extremadamente protuberantes.
«Hay que recordar que, en esa época, los traseros grandes eran muy deseables y estaban muy de moda, así que muchas personas envidiaban lo que ella tenía naturalmente, sin tener que acentuar su figura», subraya Rachel Holmes, autora de «La Venus Hotentote: la vida y muerte de Saartjle Baartman».
Su gran atractivo se debía a una característica genética llamada esteatopigia, por la que se acumula gran cantidad de grasa en las nalgas, que es más frecuente en mujeres y particularmente entre las de origen africano.
La misma palabra ‘esteatopigia’ es motivo de debate. Hay quienes la consideran racista pues sugiere que si una mujer tiene el trasero grande y es negra, sufre de una enfermedad.
En contraste, para los traseros más pequeños la palabra es ‘calipigia’, y la referencia es la Venus Calipigia -que significa «la Venus de las nalgas bellas»- una estatua romana de un mármol muy blanco.
Toda una Venus
En el espectáculo, Baartman vestía ropa ajustada y del color de su piel, cuentas y plumas, y fumaba una pipa.
Clientes acaudalados podían pagar por demostraciones privadas en sus hogares, en las que estaba permitido que los invitados la tocaran.
Los promotores de Baartman la apodaron la «Venus Hotentote» pues en esa época ese era el término que usaban los holandeses para describir a los khoikhoi y a los san, los principales miembros de un importante grupo poblacional africano, los khoisan o joisán.
Hoy en día, el término ‘hotentote’ es considerado como despectivo.
¿Libre o asustada?
En ese entonces, el Imperio británico ya había abolido la trata de esclavos -en 1807-, pero aún no la esclavitud.
No obstante, los activistas se horrorizaron con la manera en la que trataban a Baartman en Londres.
Sus jefes fueron procesados judicialmente por retener a Baartman contra su voluntad, pero fueron declarados inocentes, y la misma Baartman testificó a su favor.
«Queda la duda de si Baartman fue forzada, como los defensores de la abolición y los activistas humanitarios alegaban, o si actuaba en su propio libre albedrío», apunta el historiador Christer Petley, de la Universidad de Southampton, Inglaterra.
«Si la estaban obligando a trabajar, es posible que se hubiera sentido demasiado intimidada como para decir la verdad en la corte. Nunca lo sabremos».
«El caso es complejo y la relación entre Baartman y sus jefes definitivamente no era igualitaria, incluso si ella tenía alguna libertad para elegir o si sintiera que podía ganar algo con sus actuaciones».
El camino a París
Holmes señala que el show de Baartman incluía danza e interpretación de varios instrumentos musicales, y asegura que una audiencia «sofisticada» en Londres -una ciudad en la que las minorías étnicas no eran raras-, no se habrían detenido a mirarla por mucho tiempo sólo por su raza.
En cualquier caso, tras el juicio, el show de esta Venus africana fue perdiendo gradualmente su novedad y popularidad entre el público capitalino, así que salió de gira por Gran Bretaña e Irlanda.
En 1814 se fue a París con Cesars y volvió a convertirse en una celebridad, que tomaba cocteles en el Café de París y asistía a las fiestas de la alta sociedad.
Cesars se devolvió a Sudáfrica y Baartman cayó bajo la influencia de un «exhibidor de animales», cuyo nombre artístico era Reaux.
Tomaba y fumaba sin tregua, y -según Holmes- «probablemente fue prostituida» por él.
«Grotesco»
Eventualmente, Baartman aceptó ser estudiada y pintada por un grupo de científicos y artistas, pero se rehusó a aparecer completamente desnuda frente a ellos.
Argumentaba que eso estaba por debajo de su dignidad; nunca lo había hecho en sus espectáculos.
Fue en ese período en el que empezó el estudio de lo que se llegó a llamar «racialismo», señala Holmes.
Baartman murió cuando tenía 26 años de edad.
La causa fue descrita como «una enfermedad inflamatoria y eruptiva». Desde entonces se ha dicho que era resultado de una neumonía, sífilis o alcoholismo.
El naturalista Georges Cuvier, quien bailó con Baartman en una de las fiestas de Reaux, hizo un modelo de yeso de su cuerpo antes de disecarlo.
Además, preservó su esqueleto, puso su cerebro y sus órganos genitales en frascos, que permanecieron expuestos en el Museo del Hombre de París hasta 1974, algo que Holmes describe como «grotesco».
De vuelta a casa
«La dominación de los africanos fue explicada con la ayuda de la ciencia, estableciendo que los joisán eran el grupo menos noble en la progresión de la humanidad», escribió Natasha Gordon-Chipembere, editora de «Representación y feminidad negra: el legado de Sara Baartman».
Tras su elección en 1994 como presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela solicitó la repatriación de los restos de Baartman y el modelo de yeso hecho por Cuvier.
El gobierno francés eventualmente aceptó y lo hizo en 2002.
En agosto de ese año, sus restos fueron enterrados en la provincia donde Baartman nació, 192 años después de que saliera con destino a Europa.
Varios libros han sido publicados sobre la manera en la que fue tratada y su trascendencia cultural.
«Se ha convertido en el paisaje sobre el que se desarrollan múltiples narrativas de explotación y sufrimiento de la mujer negra», escribió Gordon-Chipembere, quien opina que, en medio de todo eso, Baartman «la mujer, permanece invisible».