Los efectos de la crisis del capitalismo del 2007-2008 estaban aún presentes en el momento de la aparición de la pandemia del COVID-19. Lo que esta última hace es agudizarla y profundizarla pero no es la causa original de la crisis.
Crisis histórica que comienza a gestarse a mediados de la década de los setenta, en el centro mismo del sistema mundo capitalista, es decir, en los EEUU.
La gran depresión del 1929 tomó 15 años y una guerra mundial para superarla. De este último hecho surgiría EEUU como el país hegemón del sistema, desplazando a Inglaterra después de más de 100 años de hegemonía imperial.
Comienza entonces el periodo llamado “los felices 30 años de la posguerra” durante los cuales los EEUU se convierten en la primera potencia industrial, financiera y militar del sistema mundo e impone un nuevo orden mundial a su imagen y semejanza con instituciones como el FMI, el Banco Mundial y las naciones unidas. Esta nueva institucionalidad estaría en la base de lo que más tarde se conocería como la “Pax Americana”.
Pero el hecho de mayor relevancia de este proceso de cambios en la estructura económica global fue la imposición del dólar norteamericano como moneda de reserva e intercambio internacional. Hecho este que se produce dentro de la cumbre económica y financiera que en 1944 condujo a los acuerdos de Bretton Woods.
El derrumbe de los mercados bursátiles, como consecuencia de la gran depresión de los años treinta, trajo consigo también el desplome de la teoría económica liberal vigente que lo sustentaba. Era la época del Laissez Faire, la economía desregularizada y de la fe ciega en la autorregulación de los mercados.
Allí se produjo el primer gran salvamento del capitalismo de los propios capitalistas. En su lógica de buscar soluciones individualistas y en su afán de obtener ganancias por encima de todo, pusieron al propio sistema en riesgo de colapsar.
Se tuvieron que abandonar las políticas neoliberales que predominaron durante los primeros 30 años del siglo XX y se implementaron políticas de intervención del Estado con el respaldo de los poderosos sindicatos de trabajadores de entonces.
Hasta mediados de los setentas los EEUU disfrutaron de los privilegios de una hegemonía mundial indiscutida y de un mundo unipolar por ellos dominado. Pero en agosto de 1971, cuando el presidente Nixon dispuso la flotación libre del dólar, el mundo vio claramente que algo no andaba del todo bien en la economía norteamericana.
Luego vendrían la crisis de los precios del petróleo en 1973 y en 1975 la vergonzosa derrota militar y política en Vietnam.
La otrora indestructible potencia mundial ya no parecía serlo tanto.
Con el resurgir de Las economías de Europa y Japón, luego de varias décadas de reconstrucción de su infraestructura física y productiva a posteriori a la guerra, estas naciones se encontraban ya en capacidad de abastecer gran parte de sus mercados internos en lugar de seguir dependiendo de las importaciones EEUU llegando a convertirse, en ciertos casos, en fuerte competencia de sus pares de producción norteamericana en el mercado mundial.
Hacia finales de los setentas China empezaría también la reconversión de su modelo económico que entre otras cosas conllevaría mayor apertura económica, modernización y reorganización del aparato productivo.