Salud mental en crisis: cómo nos enfermó la modernidad y qué podemos hacer al respecto
La hiperconexión, la cultura del rendimiento y la soledad están afectando el bienestar emocional de millones. Pero hay formas concretas de protegerse en medio del colapso.
La crisis mundial de salud mental ya no es una advertencia: es una realidad. Según un estudio reciente de Project Hope citado por Mindfood, más de uno de cada ocho individuos padece algún trastorno mental. La depresión se ha convertido en la principal causa de discapacidad a nivel global, mientras que la ansiedad, el agotamiento emocional y la desconexión social crecen en forma alarmante.
Pero, ¿por qué está ocurriendo esto? Más allá de diagnósticos individuales o respuestas médicas, muchas investigaciones recientes apuntan a una causa estructural: la forma en que vivimos hoy.

La trampa de la vida moderna
Vivimos en una sociedad que, al mismo tiempo que promete conexión permanente, genera una desconexión profunda. La hiperconectividad digital ha trastocado nuestras rutinas: el 75% de la Generación Z admite que el uso nocturno de redes sociales impacta negativamente en su salud emocional. Muchos consultan el celular incluso en medio de una conversación real.
Nunca estuvimos tan conectados tecnológicamente, pero rara vez nos sentimos tan solos. En Estados Unidos, la mitad de los adultos asegura sentirse sola gran parte del tiempo. Las comunidades físicas han sido reemplazadas por redes virtuales, y la intimidad cotidiana dio paso a la interacción a través de pantallas.

El teletrabajo, el individualismo y el aislamiento en hogares unipersonales han profundizado esa desconexión. La soledad, según advierten organismos internacionales, ya no es solo un sentimiento: es un problema de salud pública.
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La cultura del rendimiento y el vacío del éxito
A eso se suma una cultura que idolatra el rendimiento, el estatus y el éxito material. El psicólogo Tim Kasser, investigador de la Universidad de Knox, demostró que priorizar valores extrínsecos —como el dinero, la fama o la apariencia— deteriora la salud mental. En cambio, los valores intrínsecos como la comunidad, el propósito personal y la generosidad están directamente relacionados con mayores niveles de bienestar y satisfacción.
El modelo actual empuja a muchas personas a llenar vacíos emocionales con logros superficiales. Pero esa carrera no sólo no trae felicidad, sino que deja un saldo de frustración, ansiedad e insatisfacción.
¿Qué podemos hacer?
La crisis es global y compleja, pero hay acciones individuales que pueden ayudarnos a recuperar el equilibrio mental y emocional. Aquí, tres claves respaldadas por especialistas:
- Practicar la atención plena: Dedicar unos minutos diarios a estar realmente presentes puede reducir el estrés y mejorar la estabilidad emocional. El mindfulness no requiere equipamiento ni grandes recursos, solo práctica regular.
- Reconectar con los valores personales: Identificar lo que realmente nos importa —como la familia, el tiempo libre, la solidaridad o la creatividad— y alinear nuestras decisiones diarias con esos valores puede fortalecer nuestro bienestar.
- Fomentar la conexión humana real: Las relaciones auténticas, el contacto cara a cara y el sentido de comunidad siguen siendo pilares fundamentales para una buena salud mental. Participar en actividades grupales o priorizar los encuentros presenciales tiene un impacto mucho más poderoso del que solemos admitir.

Hacia una vida con más sentido
La salud mental está en crisis porque nuestras condiciones de vida están desalineadas con lo que los seres humanos necesitamos para prosperar: conexión, calma, propósito. No se trata solo de resiliencia individual, sino de cambiar el entorno en el que estamos insertos.
Aunque el mundo siga siendo vertiginoso, tomar decisiones conscientes y humanas puede marcar la diferencia. Volver a lo esencial —a lo que de verdad importa— no es retroceder, es avanzar hacia un modelo de vida más pleno y sostenible.
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Fuente: Infobae
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