Sabia destitución

Sabia destitución

Sabia destitución

Franklin Puello

El destituido canciller Claude Joseph se había convertido en una piedra en el diálogo entre República Dominicana y Haití.

Es bien sabido que el primer ministro Ariel Henry ha mostrado una postura de entendimiento entre las dos naciones y no podía permitir que un subalterno alterara su agenda de trabajo con las autoridades dominicanas.

Lo que menos se necesita ahora es un ambiente de confrontación cuando Haití está azotado por un escenario de total amenaza con su inseguridad interna causada por bandas criminales y armadas.

Joseph no era el mejor interlocutor al frente de la diplomacia haitiana. Y así lo ha entendido el primer ministro Henry al destituirlo.

Además, el cancelado funcionario había actuado con imprudencia al no asimilar la señal de diálogo que fue transmitida con el envío del emisario especial Daniel Supplice ante las autoridades y la alta representación política, social y económica de República Dominicana.

Es notorio que Joseph actuaba impulsado por una agenda propia y muy alejado de los intereses de cordialidad que busca Henry para bajar las tensiones entre los pueblos que comparten la isla.

El destituido canciller atizaba una confrontación innecesaria con los dominicanos.
Su primer exabrupto fue cuando quiso comparar la situación de inseguridad que prevalece en Haití con hechos delictivos que se registran en el lado dominicano, en alusión al llamado pertinaz que ha tenido el presidente Luis Abinader para que la comunidad internacional se interese por llevar la tranquilidad al pueblo haitiano.

El pasado 1 de noviembre el destituido canciller haitiano indicó en su cuenta de Twitter que República Dominicana vive un “aumento de la delincuencia”, tal como lo señala el Departamento de Estado de Estados Unidos en sus alertas de viaje.

“Tras la advertencia del 25/10/21 del @StateDept contra el aumento de la criminalidad en tierras vecinas, aliento al Gobierno dominicano y al de Haití a trabajar juntos para frenar el problema de la inseguridad en la isla”, agregó, obviando que no tenía ni tendrá nunca la estatura política para tratar de desmeritar las válidas justificaciones del presidente Abinader y del país para exigir la intervención extranjera en las inequidades que afectan a los haitianos.

Después Joseph se destapó el miércoles con su posición de que las autoridades dominicanas no tienen derecho a oponerse al desvío del río Masacre por la construcción de un canal de riego en la parte haitiana.

“El Estado haitiano no tiene por qué suspender o detener un proyecto que acometa bajo mandato de un gobierno extranjero”, había manifestado hace apenas tres días, lo que constituye una postura imprudente y provocativa.

Insistir en la construcción de un canal de riego para el desvío del río Masacre no era ni es actualmente tema de agenda ante la difícil situación que viven los haitianos y por cuya razón el Gobierno del presidente Luis Abinader ha apelado a la cooperación y justa intervención de la comunidad internacional, en virtud de que hay que evitar que la situación de vida de ese país se agrave hasta tornarse con mayor peligrosidad para la región.

Con la destitución del canciller Joseph, el primer ministro haitiano ratifica lo que anteriormente había comunicado por la vía diplomática y que fue revelado por el presidente Abinader en lo atinente a mantener y fortalecer las relaciones binacionales, lo que fue ratificado días después con el envío de su emisario Supplice, quien permaneció por una semana en el territorio nacional abordando temas cardinales, como la migración, la seguridad en la frontera y la buena convivencia entre los dos países.

Creemos que el canciller Joseph estuvo desenfocado de la voluntad de diálogo que impulsa el primer ministro haitiano o, como creen muchos, actuaba en función de sus intereses o de grupos interesados en que Haití se mantenga envuelto en el caos institucional y la inestabilidad que promueven bandas armadas.

Sin embargo, República Dominicana -en la representación de sus autoridades gubernalentales, sociales, económicas y políticas, no debe dejarse provocar de “personajes” de estatura insignificante que, como Claude Joseph, surgirán ante Haití para tratar de entorpecer la buena convivencia entre los haitianos y los dominicanos.