De verdad, con frecuencia me he preguntado cómo es que esas mujeres tienen capacidad de tomar, pedacito por pedacito, despojos de corazones y almas rasgadas llegadas a sus pies. Seres humamos maravillosos, pero cuarteados, lastimados, desmembrados. La vida esconde sus colores y da duro.
Esas Isabel, Carmen Julia, Mellisa y otras más saben amar y enseñan a amar con calidad. Y no me refiero al amor carnal, al de una mujer a un hombre, y viceversa. Hablo del interior humano, esa cavidad con firmamento repleto de estrellas, luces infinitas, sinuosidades, vacíos.
Bajo el sol de sus talleres he conocido gente que ha dejado conventos, mujeres decididas a tomar caminos propios, hombres con negocios quebrados, alguien con enfermedad física, gente que no encuentra norte, todos con necesidad de someter su vida a una cirugía.
Esas chicas dan una paz indescriptible. Sólo mirarte o que te sonrían, encienden luces. Llegas a Saber Amar en un frágil madero de náufrago y ellas te prenden faros de luz y presentan islotes de esperanzas para recuperar la paz perdida.
Se unieron en un fin hace varios años: que la gente ame, que sepa amar. Que ame su alma, su físico, sus experiencias, su sexualidad, sus caminos torcidos o no. Que se ocupe de sí, que se vea por dentro. Que olvide del pasado y se enfoque en el presente.
Y lo hacen con la enseñanza de meditación y el yoga. Cursos, talleres, “juntes”. Todo ayuda en su labor continua y sin fines de lucro.
Saber Amar se llama su fundación. Están en la capital, en su sede sostenida por lo poco que deben generar. Y van adónde oyen alaridos de socorro. Están construyendo un centro de meditación en Mano Matuey, una comunidad agrícola de las verdes lomas de San Cristóbal, próxima a Cambita Garabitos.
Block a block erigen su sueño. Han hecho un huerto y la última vez que vi a Carmen Julia me dijo, con gozo, que el baño avanza y el huerto sembrado con manos voluntarias les planta cara a las lluvias.
Las chicas de Saber Amar son maravillosas y sus obras también. Quisiera tenerlas por el resto de mi vida ligadas a la paz que nos enseñan a procurar, con ese ejercicio del desapego, con ese amar la Madre Tierra y con ese convivir en armonía con todo el mundo. Dios bendiga esas mujeres.