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S.O.S. Residencial José Contreras

Hay comunidades que, por su historia, ubicación y composición humana, merecen un trato especial. No por privilegio, sino por sentido común y responsabilidad social.

El Residencial José Contreras es una de ellas. Construido hace más de tres décadas, en una época en que se apostaba por soluciones habitacionales dignas, este conjunto se convirtió en el hogar de miles de familias que hoy, envejecidas junto con las estructuras que las acogen, siguen esperando más de una promesa incumplida.

Vivir en José Contreras no es simplemente tener una dirección en el mapa. Es compartir calles con vecinos de siempre, es haber criado hijos que hoy son profesionales, es haber hecho vida comunitaria en cada acera, en cada parqueo, en cada área verde.

Es también ser parte de un entorno privilegiado por su cercanía con una de las áreas protegidas más importantes del Distrito Nacional. Sin embargo, esa riqueza ambiental y social contrasta con una realidad que duele.

Los desbordes sanitarios, la acumulación de basura y los malos olores no son simples molestias cotidianas. Son signos de una comunidad que pide auxilio. Las condiciones actuales comprometen la salud de los residentes, pero también su dignidad.

Y si a eso le sumamos las sombras que la noche impone por la falta de iluminación, y la creciente inseguridad que sienten sus moradores, el cuadro se vuelve más preocupante.

No se trata sólo de calles rotas o servicios irregulares. Se trata de un modelo de ciudad que no puede seguir dándole la espalda a “sectores modelos” que han sido soporte silencioso del crecimiento urbano.

El “José Contreras” está poblado de adultos mayores que han sido pilares de la sociedad; muchos con más de 30 años habitando el mismo apartamento sin tener aún sus títulos de propiedad. Son ciudadanos que han cumplido con su parte y que ahora necesitan que la ciudad les devuelva un poco de lo que han entregado.

Es cierto que se han hecho esfuerzos: jornadas de titulación, intervenciones puntuales, reuniones con las juntas de vecinos.

Pero mientras las soluciones no sean integrales y sostenibles, seguirán siendo “curitas” sobre heridas profundas. Esta comunidad necesita más que eso. Necesita planificación, presencia, acompañamiento. Necesita un modelo de gestión urbana que la reconozca como prioritaria, no como periférica.

Ahora bien, así como es justo demandar mejoras estructurales, también es necesario mirar hacia adentro. La solución comienza en casa.

La convivencia vecinal, el respeto mutuo, el cuidado de los espacios comunes y el fortalecimiento de las empatías entre quienes comparten el mismo techo colectivo, son también parte esencial de cualquier transformación.

Un José Contreras más limpio, seguro y habitable, también depende del compromiso cotidiano de quienes lo habitan.

Mi llamado hoy no es una crítica. Es una invitación. A mirar con otros ojos al “José Contreras”. A ver en sus edificios la posibilidad de un modelo de regeneración urbana que combine dignidad, medio ambiente y tejido social.

A convertir sus desafíos en oportunidad. A sumar voluntades, más allá del nombre heroico que lo bautiza, para salvar, además de sus bloques y calles, la memoria viva de una comunidad que resiste con dignidad.

Quien entra allí no encuentra un residencial cualquiera, encuentra una historia viva. Un espacio donde aún se saluda con cariño.

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