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En el año 1504, frey Nicolás de Ovando, por mandato de los reyes católicos Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, ordenó la construcción del convento que alojaría a la orden de los monjes franciscanos, en la recién erigida ciudad de Santo Domingo.
Para estos fines se seleccionó un montecito que dominaba la incipiente ciudad. La orden franciscana fue escogida, por el papa Alejandro VI, para emprender la tarea de evangelizar a los nativos de las nuevas tierras de allende el mar. Más adelante llegarían de otras órdenes para extender el cristianismo por el nuevo continente.
