Ruinas de la iglesia original del convento San Francisco

Ruinas de la iglesia original del convento San Francisco

Ruinas de la iglesia original del convento San Francisco

Aspecto del arco de la entrada a la iglesita, bajo el cual yacen los restos de Ojeda. Fotos: De César Langa Ferreira

En el año 1504, frey Nicolás de Ovando, por mandato de los reyes católicos Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, ordenó la construcción del convento que alojaría a la orden de los monjes franciscanos, en la recién erigida ciudad de Santo Domingo.

Para estos fines se seleccionó un montecito que dominaba la incipiente ciudad. La orden franciscana fue escogida, por el papa Alejandro VI, para emprender la tarea de evangelizar a los nativos de las nuevas tierras de allende el mar. Más adelante llegarían de otras órdenes para extender el cristianismo por el nuevo continente.

Magnífico arco gótico del vano hacia el exterior del templo.

Hoy en día, el que fue el primer monasterio, parece un conjunto de menor importancia, al compararlo con el convento e iglesia erigidos a partir de 1544.

La construcción más antigua, mucho más pequeña, es sin embargo de una importancia extrema, ya que en esta edificación se muestra el estilo gótico en su máxima expresión y pureza, en donde la obra de mano para la talla de la piedra, se muestra con una perfecta terminación, lo que no se logró en el posterior monasterio, hoy también en ruinas.

En el interior de la pequeña iglesia, en donde los arcos ojivales, las nervaduras y contrafuertes, son de una perfección que hoy en día asombran; atestiguan, con certeza, que esta es la mejor manifestación del estilo gótico, en toda la recién construida capital del nuevo mundo.

En esta iglesita, se preserva, paralela a uno de sus lados, partes del claustro del antiguo monasterio, el que -a pesar del daño producido por huracanes y terremotos y el abandono en el tiempo- muestra, como es su caso, una solidez asombrosa, lo que nos permite afirmar que, con un cuidadoso y fiel mantenimiento, se preservaría por muchas generaciones.

Los detalles más importantes en el interior de la pequeña iglesia son las nervaduras en las bóvedas, las que afortunadamente permanecen en pie.

Las nervaduras no solo son en forma de rayos solares, sino que cada una se bifurca, apoyándose en otro juego que nace en la parte superior, alrededor de un anillo central hasta bajar el conjunto, al anillo del tambor, en donde apoyan los elementos estructurales.

La pureza de las bóvedas, cúpulas, contrafuertes, arcos de los vanos de comunicación entre ambientes, hacen de esta iglesia y los restos del convento, uno de los lugares más atractivo de la vieja ciudad.

Es demás imprescindible agregar, para acrecentar la importancia de esta herencia gótica que poseemos, el hecho de que existe un testamento mediante el cual, uno de los protagonistas de la epopeya americana, Alonso de Ojeda, pidió ser enterrado a su muerte, bajo la entrada del arco principal de la iglesia, para que todos los feligreses pisaran sobre su cadáver y así expiar los numerosos pecados que cometió en vida.

El caballero de la Virgen, recordado así, porque en la capa que cubría su armadura, lucia la figura de la Santísima Virgen María, de quien era muy devoto, vino a Santo Domingo en el segundo viaje de Cristóbal Colon. Había participado en la conquista de Granada, distinguiéndose por su arrojo y valentía.

Colon lo nombro alcaide del fuerte de santo Tomás, el que fue atacado por el cacique Caonabo, logrando Alonso de Ojeda hacer huir al enemigo. Luego, Ojeda se valió de una estratagema y logro apresar a Caonabo, mediante unos grilletes dorados. Colón lo embarcó para España, donde nunca llegó, pues la nave zozobró.

Alonso de Ojeda descubrió lo que hoy es Venezuela, llamando al territorio con ese nombre, porque las chozas lacustres de sus aborígenes, le recordaron la ciudad de Venecia.

Junto con el piloto Juan de la Cosa y el florentino Américo Vespucio, mediante capitulaciones con los Reyes Católicos, descubrieron y recorrieron las costas del Caribe Venezolano y Colombiano. Ellos le otorgaron el derecho de fundar una colonia a la que llamó Santa Cruz, en la Goagira Colombiana, siendo la primera población en el continente, aunque no prosperó debido a los ataques de los aborígenes. Descubrieron además las islas de Trinidad y Tobago y la isla Margarita.

Alonso de Ojeda se casó con la princesa Guaricha, hija del cacique Guavara, del continente, quién fue bautizada en Santo Domingo y tuvo tres hijos. Ella fue encontrada muerta sobre la tumba de Ojeda, tres días después de la muerte del conquistador y fue enterrada junto con él.

En 1963 un grupo venezolano robo unos restos, enterrados en el piso de las ruinas de san Francisco. Proclamaron que eran los de Ojeda y construyeron un monumento en su honor, encerrando allí los restos. Fue un craso error para fortuna nuestra, aquellos restos fueron extraídos del subsuelo, debajo del arco de entrada de la iglesia grande de san Francisco, la que no existía cuando Ojeda fue enterrado en 1515.

Dos almas juntas

— Última morada
Los restos del Descubridor y conquistador Alonso de Ojeda y los de su esposa, la princesa, permanecen en el sitio que el escogió como su última morada, para así aumentar la gloria de la bella iglesita de san Francisco.

*Por MARÍA CRISTINA DE CARÍAS, CÉSAR IVÁN FERIS IGLESIAS Y CÉSAR LANGA FERREIRA

 



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