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¿Rousseff y Levy son muy amigos de Brasil?

Bloomberg Por Bloomberg

Bloomberg News.-El ministro de Hacienda de Brasil, Joaquim Levy, pasó siete horas seguidas el martes pasado intentando convencer a los senadores brasileños de que la austeridad era el único chance que tenía el país de superar la insolvencia e impedir que la calificación de crédito soberana cayera en el terreno de basura.

“El costo de perder el grado de inversión sería enorme”, le dijo Levy a la comisión de asuntos económicos del Senado.

De modo que no más tasas de servicios públicos subsidiadas, gasolina a un precio demasiado bajo, préstamos blandos a compañías favorecidas, exenciones impositivas o “bicicleta” fiscal –posponer las cuentas de este mes al mes siguiente- para mejorar los libros del gobierno, agregó Levy, evitando los exabruptos con buen humor y gráficos desesperanzadores de PowerPoint.

Una diapositiva elocuente mostraba cómo subió la inversión extranjera después que el país alcanzó el grado de inversión en 2008 y 2009, lo que sugiere que también podría desmoronarse si Brasil cayera en desgracia.

Los inversores parecieron sentirse satisfechos. El real brasileño se disparó y la castigada Bolsa de Sao Paulo subió ayer, encabezada por Petróleo Brasileiro SA, la compañía petrolera acosada por el escándalo.

El mismo día, Petrobras firmó un acuerdo por un préstamo de US$3,500 millones con China.

Sin embargo, los argumentos de Levy no convencieron a nadie. Una encuesta difundida ayer mostraba que los crecientes impuestos y tasas de interés –ambos críticos para el plan de Levy- ahora encabezan las preocupaciones nacionales, superando a una caída en la educación, la atención médica y la seguridad pública.

También sabe que debe hacer pasar medidas espartanas por una legislatura más acostumbrada a Mamón y experimentada en el arte de chantajear al gobierno.

Un vistazo de los problemas por venir fue la reciente votación de la cámara baja para aliviar las finanzas estatales a través de tasas de endeudamiento más blandas y mejores términos de pago.

Levy logró frenar la votación del Senado pero no matar el proyecto de ley, lo que podría costarles a los contribuyentes 3,000 millones de reales (más de US$954 millones) este año.

La novedad es que la presidenta Dilma Rousseff finalmente parece persuadida de que sus fortunas están atadas a Levy, quien se ha convertido en el último superministro de Brasil. Desde los días del régimen militar que un contralor no tenía tanto prestigio en Brasilia.

“Levy se ha convertido en el fusible maestro de los ministros”, me dijo el ex ministro de Hacienda Maílson da Nóbrega. “Si él se apaga, el país se queda a oscuras”.

Este es un acuerdo extraño. Levy estaba en quinto grado cuando la compañera Vanda –uno de los nombres de guerra de Rousseff- fue atrapada planificando ataques y portando armas para la revolución.

Rousseff sobrevivió a los calabozos de la dictadura y se convirtió en una tecnócrata de carrera, con la mano de hierro de un microgestor y una debilidad por los polisílabos que sólo le podrían gustar a un marxista-leninista.

Levy estudió ingeniería naval, luego economía y obtuvo su doctorado en la Universidad de Chicago, la ortodoxia del libre mercado que fue el símbolo de todo lo que odiaba la izquierda latinoamericana.

Chocaron públicamente mientras ejercían la función pública durante la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, que había contratado a Levy para mantener en orden los libros de Brasil y asegurarles a los acreedores que el líder del Partido de los Trabajadores no era Fidel Castro con traje.

Cuando en 2005 Levy defendió un plan para recortar los gastos a fin de borrar el déficit público, Rousseff, jefe de gabinete de Lula, lo denostó como “rudimentario”.

Rousseff se presentó para la reelección el año pasado con una plataforma abiertamente en contra del capitalismo, advirtiendo que una victoria de gente como Levy arrebataría los alimentos de las mesas brasileñas.

Ahora Rousseff y Levy son los nuevos mejores amigos de Brasil. “Levy es muy importante y se mantiene firme”, le dijo Rousseff a Bloomberg News en una entrevista la semana pasada.

Todavía está por verse si el amor va a perdurar. Hoy que sus tasas de aprobación están en mínimos récord y los brasileños enfrentan un escenario de recesión, estanflación y pérdidas de empleos, Rousseff sangra capital político.

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